Ellos se conocieron en la Universal del barrio de Abolición, en Río de Janeiro, y se casaron con tan solo 18 años de edad. En una conversación relajada, el obispo André Rodríguez Morgado y su esposa, Luciana Molina Morgado, ambos de 41 años, cuentan en nuestro reportaje los desafíos de los primeros años de unión de la vida dedicada a Dios.
La pareja fluminense actualmente vive en Bauru, en São Paulo. En esta entrevista, ellos revelan que el momento más difícil en la vida de los dos lo enfrentaron en São Luís, Maranhão, cuando tuvieron que lidiar con el intento de suicidio de su hijo Gabriel, que ahora tiene 20 años. Vea abajo más detalles de la historia de la pareja.
¿Cómo llegaron a la Universal?
Él: Fui a la Universal a los 15 años. Mi madre tenía cáncer y había sido desahuciada por los médicos. En esa época, mi padre bebía, lo que la hacía aún más frágil. Ella estaba mal cuando una persona le habló sobre la iglesia. Comencé a llevarla, pero solamente me quedaba al lado de ella. Mi madre se convirtió, fue curada y yo continué en la iglesia de Abolición donde me convertí a los 16 años.
Ella: Yo también llegué a la Universal cuando era muy pequeña, aproximadamente a los 12 años. Mis padres se estaban separando y surgieron problemas graves en mi casa, como peleas y discusiones. Caí en depresión cuando vi que mi familia se destruía, jamás había imaginado que aquello podría suceder. Un día, mi hermana mayor oyó en un programa en la radio sobre la iglesia y llevo a toda la familia. Yo me convertí a los 15 años.
Él: Cuando llegué a la Universal, ella ya era de la Iglesia y formaba parte del grupo de jóvenes. En ese ínterin, mi hermana, que ya se había convertido, también entró al grupo y conoció a Luciana. Entonces ellas comenzaron a llamarme para los encuentros. Luciana siempre insistía para que yo participe hasta que acepté la invitación. Fue en ese periodo que me afirme en la fe. El noviazgo comenzó seis meses después, a los 16 años. Nos casamos el 24 de octubre de 1992, a los 18 años.
¿Cómo fue la decisión de hacer la Obra?
Él: Desde joven, siempre fui muy decidido. Yo ya sabía que quería casarme, hacer la Obra e ir a otros estados a evangelizar. A los 17, fui levantado como obrero. Después de 6 meses fui levantado como pastor auxiliar. Me quedé un semestre en Rio de Janeiro y después fui a Espíritu Santo, cuando todavía era soltero.
¿Cuáles son los principales desafíos en el inicio de la unión?
Él: Nos casamos en Rio de Janeiro y fuimos directo a Victoria, en Espíritu Santo. Luciana no sabía hacer nada y yo le enseñé a cocinar (risas). Hacer la Obra en el Espíritu Santo era muy difícil, pues la iglesia recién estaba comenzando. Nuestra casa solo tenía una mesa con dos sillas y un colchón. Un día, yo estaba haciendo la reunión y sabía que no tenía nada para comer cuando volvía a casa, pero una señora apareció en la iglesia y me dio una bolsa llena de fruta-pão (fruta de Brasil). Nunca había visto aquella fruta, ella tuvo que enseñarme a prepararla. Ese fue nuestro menú de la semana.
Ella: A pesar de los problemas, nuestras familias nunca habían pasado problemas económicos. Esa fue una experiencia nueva. Además de eso, tuve miedo de que el matrimonio fracasara porque yo no tenía referencia de familia y no sabía cómo actuar en algunas situaciones. Pero André me ayudó mucho, fue comprensivo conmigo. Yo era un poco mimada, mis hermanas mayores siempre me hicieron todo. Y él siempre fue independiente y valiente.
¿Cómo comenzaron los problemas con su hijo?
Él: Recibí la responsabilidad de cuidar el estado de Maranhão cuando Gabriel ya tenía 13 años. Fue allí que los problemas comenzaron. Él no quería más mudarse de ciudad y decía que tenía vergüenza de decir que su padre era pastor. Él comenzó a querer estar de novio, solo oía rock pesado y discutía con la madre. Con el tiempo, él comenzó a estar depresivo. Y continué realizando mi trabajo en el Altar, solo que, cuando llegaba a casa, siempre había un problema.
Ella: Yo les aconsejaba a las madres que enfrentaban problemas con los hijos, que oren y de repente, me vi en la misma situación. Fue un momento muy difícil, yo estaba haciendo campañas por él, orando por él, siendo su amiga, no sabía más qué hacer. Un día, me vi en una situación terrible. Él estaba en la ventana y quería tirarse. Solo me dio el tiempo para agarrar a mi hijo por las piernas. Lloré mucho, pero tuve seguridad de que aquella sería la última vez que yo sufriría. Mientras André conversaba con Gabriel, fui al cuarto e hice una oración de decisión y entregué a mi hijo en el Altar. En la misma noche, Gabriel dijo que quería cambiar. Él comenzó a hacer las cadenas en la iglesia y pasó por el proceso de liberación. Yo participaba con él, no tenía vergüenza. Él se convirtió a los 15 años.
¿Qué consejo le dan a los padres que enfrentan dificultades con sus hijos?
Él: Los padres tienen la costumbre de sentirse impotentes cuando perciben que su hijo está caminando hacia la destrucción. Orientamos a los hijos, pero, a veces, ellos no logran ver lo que es mejor. Mi hijo siempre tuvo cariño, educación, nosotros siempre estuvimos al lado de él, a pesar de las corridas. Pero solo por la fe pude cambiar una situación difícil. Luciana y yo logramos superar esos conflictos por medio de la fe.
Ella: el problema era realmente espiritual y solo cambió cuando él quiso realmente conocer a Dios. Hoy, Gabriel tiene 20 años, es obrero y vive en Rio Grande del Norte, donde estudia ingeniería. Él está de novio con la obrera Maria de Fátima, que estudia medicina y vive en Maranhão. No tengo más miedo de que él se pierda porque tengo seguridad de la vida que él tiene con Dios.
¿El pasaje por Maranhão no le trajo tan solo preocupación no?
Él: Nos quedamos dos años en São Luís, capital do Maranhão, en la Catedral. Fue una sorpresa, pues no conocíamos el Nordeste. Allí, encontramos un pueblo muy sufrido, pero de mucha fe, con un corazón abierto y pronto para entregarse a Dios. La iglesia creció mucho en esa época. Nosotros abrimos casi 100 iglesias en el Estado en dos años. Además de eso, Maranhão es un lugar muy lindo, les aconsejo a las personas que conozcan el Parque Nacional de los Lençóis Maranhenses, es espectacular.
¿Y después de Maranhão?
Él: Volvimos a Río de Janeiro, donde permanecimos en la Catedral dos años y medio. Después, fuimos a Natal, en Rio Grande del Norte. Allí, muchas iglesias quedan en lugares distantes, hay ciudades del interior de la región que son muy difíciles de llegar. Pero encontramos un pueblo de mucha fe y tuvimos la oportunidad de trabajar con pastores excelentes, que no miraban las dificultades. Vimos la valentía de esos pastores. Recibí la noticia de la consagración a obispo cuando aún estaba en Rio Grande del Norte, fue algo que me marcó (el obispo fue consagrado en el Templo de Salomón, en 2014). Aquí en Bauru (SP), donde estamos desde principios del año, la perspectiva es de hacer nuevos discípulos.
¿Cuál es el secreto de esta unión de hace casi 23 años?
Él: La pareja debe ser cómplice en todo y saber respetar uno al otro. El egoísmo desmorona cualquier relación. Los problemas comienzan cuando el marido piensa que la esposa tiene que ser de la forma que él quiere y viceversa.
Ella: Nuestro matrimonio siempre fue muy abierto, siempre hablamos de lo que nos gusta y lo que no nos gusta. La sinceridad es importante. Y, claro, Dios siempre estuvo en primer lugar. El cariño solo aumentó y fuimos percibiendo que los defectos no son más defectos, fue una cuestión de saber comprender al otro. Yo me siento realizada como mujer y muy feliz de poder hacer la Obra con él.
PERFIL DE LA PAREJA
Comida favorita
Él: Comida Australiana
Ella: Carne de pollo preparado con diferentes condimentos
Libro:
Él: El obispo, de Douglas Tavolaro
Ella: En los Pasos de Jesús, del obispo Edir Macedo
Película favorita:
Él: Hombres de Honra
Ella: Un amor para recordar
Hobby:
Él: Natación y ciclismo
Ella: Decorar ambientes
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