El indignado no se queda mirando los problemas del presente, porque sus ojos llegan a ver lejos
La indignación no permite que la persona suba en el altar sin el sacrificio:
Toda persona que está indignada logra llegar al altar solamente con su sangre, y jamás acepta subir sin ésta.
¡La indignación nos lleva ¡a la locura de la fe!:
Aunque la actitud del indignado sea locura para los demás, él tiene la convicción de que la certeza le traerá un resultado. Y, frente al sueño realizado ¿Quién le podrá decir loco?;
La indignación es el ingrediente que necesita la fe para traer resultados grandiosos:
El ingrediente es lo que da sabor, por eso, las vidas que están “sin gusto” necesitan del ingrediente “indignación” para verse realizadas;
La indignación anticipa la realización de un proyecto o un objetivo:
El tiempo se acorta porque hay una actitud sorprendente de parte del indignado;
¡La indignación acarrea una transformación!:
El cambio es total, radical, una verdadera transformación, porque el indignado cambia la trayectoria de cualquier situación y la prueba de eso son los testimonios;
La indignación ¡provoca cambios extremos!:
El cambio extremo no llega cuando oro y ayuno, sino cuando me indigno porque comienza a exigir un cambio grandioso y sobrenatural;
La indignación ciega a la persona respecto a su estado actual:
Los ojos del indignado están siempre en el objetivo del sueño, jamás en el estado actual. Ya que la indignación deja de mirar su vida presente y pasa a mirar solamente al futuro;
La indignación expresa toda la fuerza de la persona:
El indignado actúa para decidir, no economiza fuerzas para alcanzar el objetivo-sueño, derramando toda su sangre;
La indignación trasporta a una persona del polo negativo al polo positivo:
De la miseria a la riqueza; de la enfermedad a la salud; de la tristeza a la alegría; del desequilibrio al equilibrio emocional; de estar lleno de demonios a estar lleno del Espíritu Santo; de ser el menor a convertirse el mayor.
Texto extraído del blog del obispo Julio Freitas.