¿Dónde estabas cuando el hombre llegó a la luna? El 20 de julio de 1969, fue un momento histórico para la humanidad y la televisión. Las imágenes en blanco y negro del comandante Neil Armstrong pisando la luna fueron inolvidables.
La luna es algo tan lejano y distante, que hasta el día hoy, todavía hay algunos que se muestran escépticos de que el hombre haya llegado allí
¿Qué niño no soñó alguna vez con ser astronauta o dirigir una nave espacial? Julio Verne, H. G. Wells y Edgar Rice Burroughs – que no sólo escribió Tarzán, sino también muchas fantasías espaciales- fueron visionarios de todo ello.
¿Cómo llegar a la luna?
Fue un científico que trabajaba para los nazis, Wernher von Braun (1912-1977), quien desarrolla en los Estados Unidos el modelo de cohete que permitiría el viaje interplanetario. De los pilotos de prueba que intentan romper “la barrera del sonido”, salen los primeros astronautas.
La guerra fría es el contexto del que nace la NASA. Los rusos eran pioneros en el espacio, desde que mandaron el primer satélite artificial en 1957, el Sputnik. Una pobre perrita, Laika, sigue su estela, muriendo de calor en la nave. Otras dos sobrevivirán, antes de mandar al primer hombre, Yuri Gagarin. A él se le atribuye la frase de que no vio allí a Dios, pero hoy sabemos que él nunca la dijo ya que era cristiano ortodoxo. Fue una ocurrencia de Nikita Khruschev, dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La primera mujer en volar al espacio fue también soviética, Valentina Tereshkova, en 1963 –no viajó ninguna americana hasta 1983–.
La fe de los astronautas
Tras el proyecto Gemini – iniciado en 1964- viene el programa Apolo, que comienza con el desastre de 1967. La primera misión en acercarse a la luna es la del Apolo 8. Su comandante era Frank Borman. Las palabras que transmite al contemplar nuestro planeta, son las que comienzan la Biblia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Lo que provocó una demanda de la atea Madalyn Murray O´Hair, diciendo que la cita bíblica violaba la separación Iglesia-Estado. Borman lo justificó diciendo: “tuve el enorme sentimiento de que había un poder mayor que ninguno de nosotros, que había un Dios y desde luego un principio”.
Entre los tripulantes del Apolo 11 que llega a la luna, está Buzz Aldrin, anciano de una iglesia presbiteriana en Houston que ha dado muchos astronautas. Su pastor Dean Woodruff le sugirió llevar unas pequeñas bolsas de plástico con pan y vino, para celebrar la Santa Cena en la luna, con una copa.
Lo hizo leyendo unas palabras del Evangelio, que tenía escritas en una tarjeta (vendida en una subasta en el 2007): “Yo soy la vid y vosotros las ramas; el que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no podéis hacer nada.” (Juan 15:5).
Aldrin dice que “luego dio gracias por la inteligencia y el espíritu que había traído a dos jóvenes pilotos al Mar de la Tranquilidad”. Todo ello en los minutos de silencio, que no transmitió la radio. El suceso lo cuenta en la entrevista que publicó la revista Life en agosto del `69, así como en su libro de 1973 – Regreso a la Tierra –, desarrollado en su obra del año 2009: “Desolación magnífica”. La discreción o censura se debe a la demanda que había sufrido Borman poco antes –explica en el libro–. Lo cierto es que el comandante Armstrong le miró con respeto, pero no dijo nada entonces.
Los talentos
El octavo hombre en pisar la luna fue el evangélico James Irwin (1930-1991) –en el Apolo 15– , que la recorrió por primera vez en un vehículo todoterreno en 1971. Al año siguiente fundó una organización cristiana con un pastor bautista, en Colorado Springs “High Flight”. El texto que más usaba cuando hablaba en iglesias por todo el país, es en el que meditó al recorrer los montes de la luna: “A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda?” (Salmo 121).
En su magnífico libro sobre los primeros siete astronautas, Tom Wolfe habla de la fe de John Glenn, el segundo en volar al espacio y el primero en orbitar la Tierra; quien además, recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1999 a la cooperación internacional . En la conferencia de prensa que dio en Washington, dice: “soy presbiteriano, protestante…”.
Habló de las escuelas dominicales donde había enseñado, y los comités de iglesia en los que había servido, pero dijo algo mucho más interesante: “Fui criado creyendo que somos puestos en la Tierra con una propuesta de más o menos el cincuenta por ciento, y eso es en lo que todavía creo hoy. Somos puestos aquí con ciertos talentos y capacidades, que depende de nosotros usarlos lo mejor que podamos. Pero cuando lo hacemos, pienso que hay un poder mayor que cualquiera de nosotros, que pone las oportunidades en nuestro camino, si usamos nuestro talento adecuadamente, y vivimos el tipo de vida que debemos vivir.”
En la fe de los astronautas, a veces predomina el sentimiento, como el caso de Irwin, que terminó buscando el Arca de Noé en el monte Ararat, y en otros astronautas el talento –como en la frase de Glenn, donde reafirma que “Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos”.
Definitivamente el cielo ha sido inspiración para creyentes y científicos, pero no cabe duda que quienes creyeron en Dios han alcanzado resultados asombrosos.