Entienda la razón por la cual muchos abandonaron la fe y se volvieron enemigos de la cruz de Cristo
«Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar presente con vosotros ahora y cambiar mi tono, pues perplejo estoy en cuanto a vosotros. Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no oís a la ley?» Gálatas 4:19-21
El apóstol Pablo estaba decepcionado con los cristianos de Gálatas, por el hecho de retroceder en la fe y volver a practicar hábitos antiguos cuando aún vivían por la ley de Moisés. Por eso, Pablo les escribió, a fin de exhortarlos y hacerlos despertar nuevamente para la verdadera fe.
Los cristianos de la iglesia de Gálatas habían comenzado definidos en la fe viva en el Señor Jesús, sin embargo, con el paso del tiempo, empezaron a desviar su atención de la fe inteligente hacia la fe religiosa.
Jesús dijo que no debemos dejar de practicar las enseñanzas de la ley, pero tampoco podemos ser negligentes con la misericordia, la justicia y la fe.
«Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la libre. Pero el hijo de la sierva nació según la carne, y el hijo de la libre por medio de la promesa.» Gálatas 4:22-23
Cuando una persona nace de Dios, pasa a vivir en el Espíritu, es decir, deja de vivir según la carne, de acuerdo con su propia voluntad, para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Lo que el apóstol Pablo estaba intentado mostrarles a los gálatas es que habían salido de la condenación de la ley a la misericordia, al perdón, a la transformación y a la Salvación, no a la condenación.
Si usted fue bautizado con el Espíritu Santo, tiene la alegría de la Salvación, tiene paz, porque Él lo perdonó, lo redimió con Su sangre y lo consagró para Dios. Entonces, ¿por qué renunciar a la fe inteligente para juzgar, condenar, ser malicioso o involucrarse con personas esclavas?
Él explica que «hijo de la sierva» quiere decir «hijo de la carne», de la voluntad humana; en cambio, «hijo de la libre» quiere decir «hijo de la promesa», es decir, hijo de Dios, bautizado con el Espíritu Santo. Incluso, cabe recordar que el Espíritu Santo es la promesa que corona todas las demás.
Este es el motivo por el cual muchos ya estuvieron en la fe y formaron parte de la obra de Dios, viviendo una vida totalmente contraria a Su Palabra, pero hoy son enemigos de la cruz de Cristo, apostataron de la fe.
«Esto contiene una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno procede del monte Sinaí que engendra hijos para ser esclavos; este es Agar. Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre; esta es nuestra madre. Porque escrito está: Regocíjate, oh estéril, la que no concibes; prorrumpe y clama, tú que no tienes dolores de parto, porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. Y vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa. Pero así como entonces el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora.» Gálatas 4:24-29
Por lo tanto, así como Ismael persiguió a Isaac, y las naciones generadas por él persiguen a los descendientes de Isaac hasta hoy, que son los judíos, lo mismo sucede con los que son nacidos de Dios.
En otras palabras, los hijos de la carne siempre perseguirán a los hijos del Espíritu, porque los que son de la carne no quieren practicar las cosas del Espíritu, sino imponer su voluntad, servir a su manera. Por eso, no permanecen, ya que el Reino de Dios es disciplina, justicia, misericordia y fe.
«Pero, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo, pues el hijo de la sierva no será heredero con el hijo de la libre. Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre.» Gálatas 4:30-31
Observe que la propia Palabra de Dios dice que los que no son nacidos del Espíritu Santo, tarde o temprano, serán lanzados fuera, no por la iglesia, sino por sí mismos, porque son cizaña.
En conclusión, para permanecer hasta el final es imprescindible nacer de nuevo y ser bautizados con el Espíritu Santo.
Obispo Júlio Freitas