El bautismo en el Espíritu Santo nunca ocurre por casualidad. Al contrario, es fruto de un ardiente deseo de conocer y servir mejor al Señor Jesús. El centurión Cornelio es un claro ejemplo de esto, pues la Biblia lo presenta como un hombre: “piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.”, (Hechos 10:2).
No fueron las limosnas de Cornelio las que le dieron las condiciones de recibir el bautismo con el Espíritu Santo. Sino su carácter temeroso a Dios sumado a sus oraciones que lo capacitaban para ser visitado, tanto él como toda su casa, por el Espíritu de Dios.
Sus limosnas, de hecho, expresan un carácter desprendido y liberal, que es una característica de todos aquellos cuyos corazones están realmente disponibles en las manos de Dios. Además, esto es muy interesante, porque todos los que un día tuvieron una experiencia profunda con Dios, se desprenderán inmediatamente de las cosas materiales para apegarse a la espirituales.
Todos los hombres y mujeres de la Biblia que mantuvieron una relación estrecha con Dios siempre se preocuparon en expresar su gratitud y amor, trayendo las mejores ofrendas delante del Señor. Cornelio no tenía mucho conocimiento de Dios. Sin embargo, en función de su temor del Señor Jesús, él buscaba dar limosnas, porque era una forma de dar a Dios su ofrenda.
Entonces, el bautismo de Dios vino como una llamada personal y particular del Señor Jesús para aquellos cuyos corazones son totalmente de Él. No somos nosotros quienes dictamos las reglas de cómo y cuándo seremos bautizados con el Espíritu Santo, sino el propio Dios en la persona del Señor Jesús.
Está claro que este bautismo jamás va a suceder dentro de un campo de fútbol, en un cine o playa, a menos que estos lugares estén siendo usados en concentraciones de fe, porque es necesario que haya condiciones favorables a la fe cristiana para que haya una manifestación del Espíritu Santo.
La Biblia afirma que Dios está buscando personas de fe, con el fin de manifestar su gloria en este mundo. Cuando alguien está buscando hacer la voluntad de Dios con ayunos, oraciones, vigilias, etc., el Señor Jesús se encarga de llenar a Su siervo de Su Espíritu.
En la casa de Comelio, por ejemplo, Pedro no había terminado de hablar, cuando el Espíritu Santo vino sobre todos los que oían la palabra. Tal vez, Pedro iba a decir cosas innecesarias que podrían entorpecer a los oyentes. Sin embargo, antes de que esto sucediera, el Espíritu Santo intervino.
El bautismo con el Espíritu Santo sucede, normalmente, de la siguiente forma: el candidato toma conocimiento de la voluntad de Dios en querer llenarlo de su Espíritu y, a partir de este instante, nace el deseo de participar de esta promesa. Así entonces, la persona propone en su corazón buscarlo, a través de ayunos y oraciones, en el momento en que ella se libera de todos los pensamientos mundanos y entra en un espíritu de alabanza al Señor Jesús.
Cuando ya no encuentra más palabras para exteriorizar su amor y gratitud a través de la adoración en espíritu y en verdad, entonces el Espíritu Santo viene sobre ella inundándola de amor y alegría, de tal manera que sus palabras pasan a ser extrañas, pero no inconscientes. Es como si el Señor Jesús la tomara de las manos y la sumergiese en las aguas del Espíritu. Y esto sucede cuando el corazón está absolutamente abierto delante de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Texto extraído del libro “El Espíritu Santo” del obispo Edir Macedo.
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