Sara es una de los personajes más emblemáticos de la Biblia. Referencia de esposa sumisa que hacía de todo para agradar a su marido, Abraham. Ella poseía muchas otras características que la iguala a las mujeres de la actualidad. Muchas veces tuvo actitudes que no coincidían con una mujer cristiana. Mintió, llegó a desconfiar de laspromesas de Dios, se enojó mucho contra su sierva Agar y llegó incluso a ser injusta con ella,que era menos favorecida. Pero, de un modelo imperfecto, ella se volvió una referencia de perfección después de tener un verdadero encuentro con Dios. Tal vez por eso, este personaje tan lleno de matices, nos lleve a la más profunda de las reflexiones. De alguien que después de tantas actitudes inmaduras, se volvió una persona llena de virtudes.
La historia de Sara comienza a ser escrita alrededor de 2 mil años antes de Cristo (a. C.), cuando se casa con Abram. (Lea génesis 11:30) Estuvo al lado de su marido en todas las situaciones, fue su brazo derecho y compartió no tan solo sus desafíos y dolores, sino también sus sueños y bendiciones.
Exteriormente era una mujer muy bonita, que despertaba pasiones incluso en gobernantes, pero interiormente sufría de esterilidad, que le impedía tener una vida plena. Después de todo, la mujer que no podía quedarembarazada, en aquella época, era rechazada por la sociedad.
Luego de ser presentada como la mujer de Abraham, Sara es descrita como una mujer estéril. En el capítulo 16 de Génesis, versículo 1, su condición vergonzosa es nuevamente expuesta. “Sarai, mujer de Abram, no le daba hijos…”.
En todo momento, su humillación fue expuesta. Qué dolor debe haber sentido esa mujer, al ver que su sueño no se realizabay que todo el tiempo era mencionado el motivo de su vergüenza. Y por no saber esperar en Dios, ella actuó a su manera. Realizó el sueño de su marido de tener un hijo, aunque el mismo fuese de otra mujer.
Una nueva historia
Muchas veces Sara desobedeció a Dios. Pero cuando ella decidió seguirlo y entregarse a Él, obtuvo Su perdón y misericordia y comenzó a escribir una nueva historia, con un nuevo nombre, una nueva identidad. Y, como hija, se volvió también herederade Sus promesas.
En el capítulo 17, versículo 15, Dios cambia el nombre de Sara (antes ella se llamaba Sarai) y hace una promesa: “Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella.” (Génesis 17:16). ¿Se imagina lo que significa para una mujer estéril, que no lograba realizar el sueño de tener un único hijo, convertirse en muchas naciones?
Y cuando no existía ninguna luz al final del túnel, cuando la esperanza ya estaba dormida, he aquí que Sara da a luz a Isaac. (Génesis 21:2).
Algo respecto a la promesa es que la misma se cumple, tanto en la vida de Abraham como en la vida de Sara, cuando ellos cambian sus nombres. ¿Habrá sido cuando ellos realmente se convirtieron a Dios?
Según el relato bíblico sí: “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció el Señor y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de Mí y sé perfecto.” (Génesis 17:1) Y a partir de allí su nombre fue cambiado a Abraham.
¿Qué podemos aprender con Sara?
– Que por más imperfectos que seamos, cuando hay conversión, podemos ser ejemplo de virtud;
– No importa como fuimos conocidos antes, pero después de un encuentro con Dios, podemos tener una nueva identidad;
– Hay un tiempo para todo. Y Dios cumple Su Promesa cuando no quede ningún vestigio de la vieja criatura.
Para no olvidar
Notamos que ambos, tanto Abraham como Sara, ya eran de edad avanzada. Humanamente hablando, ya no había ninguna posibilidad de que sus sueños se realicen. Nunca es tarde para soñar, tampoco para transformar los sueños en realidad. No importa cuánto tiempo dure, Dios nunca se olvida de cumplir una promesa que hizo a sus hijos.
Feliz por tener su sueño realizado, Sara dice: “… Dios me ha hecho reír; cualquiera que lo oyere se reirá conmigo.” (Génesis 21:6)
Que así como ella, podamos olvidar nuestro pasado y reescribir nuestra nueva historia, Poniendo a Dios como protagonista de nuestras vidas. Y que, sustentados por la fe, podamos decir al igual que ella: “Dios me ha dado motivos para sonreír.”
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