“Si la vida de la persona no se desarrolla, no crece, no funciona, es porque algo está mal en ella. La historia de los reyes de Israel muestra eso, pues cada rey refleja la vida de una persona que se dice cristiana.”
Con esas palabras, el obispo Edir Macedo, comenzó la reunión del domingo 26 pasado, a las 18 hs., la cual fue transmitida, en vivo y online, a través de IURD TV (www.iurdtv.com).
Atentos y en silencio, los fieles aprendieron acerca de la importancia de quitar de su interior todas las inmundicias espirituales, a fin de establecer una relación armoniosa con Dios, como sucedió con el rey Ezequías, citado en 2 Crónicas, capítulo 29.
“Sería bueno que usted evaluase o reevaluara su vida. A veces, usted no está en pecado, pero no hubo una limpieza en su cuerpo que es el santuario del Espíritu Santo, pues aun hay suciedades, espíritus inmundos que le impiden desarrollar la fe. Por eso, lo invitamos a esta reunión, para que usted ponga en la balanza su vida, porque de nada sirve resolver su problema familiar, económico, de salud y no resolver su problema interior. Porque si en su interior hay algo malo, con seguridad, eso va a reflejarse en su exterior”, alertó.
Frente a lo ya expuesto, ¿qué decir de aquellos que, aparentemente, viven una vida santa delante de Dios y que no cometen errores plausibles de críticas? La respuesta está en el ejemplo de Job, como explicó el obispo:
“Job era íntegro, recto, temeroso a Dios y se desviaba del mal. (Lea Job 1) Cuando el diablo tocó en su vida, lo hizo perder a su familia, sus hijos, lo que tenía. También se enfermó, a tal punto que gemía y fue abandonado por sus familiares. Él protestó, le dijo a Dios que, si supiera dónde era estaba Su tribunal (el tribunal del Altísimo), se presentaría delante de Él y sería considerado justo. Fue en ese momento que Dios le mostró a Job que, en realidad, su justicia, la vida recta y el huir del mal, no era suficiente. Job entendió y reconoció eso cuando dijo: “De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven.” El pecado de Job era que tenía el orgullo de ser correcto, íntegro. Él tenía el orgullo de ser perfecto, pero con toda esa supuesta perfección, no conocía al Señor”, explicó el obispo.
Antes de buscar el Espíritu Santo e imponer las manos sobre los bautizados en las aguas, como lo prometió a lo largo de toda la semana, el obispo, además, se ocupó de tocar en el tema del servicio a Dios. De una forma simple y objetiva, destacó que quien anhela servir a Dios no debe vivir en este mundo para satisfacer sus propios caprichos, sino para hacer la voluntad de su Señor.
“El gran error de las personas que dicen creer en Jesús es que son muchos los que cantan, dicen que Él es su Señor, pero afuera quieren hacer su voluntad. Si Jesús que es el Señor no quiso hacer su propia voluntad, sino que realizó la del Padre, imagínese nosotros. Cuando nos despreocupamos de nuestros deseos y nos concentramos en hacer Su voluntad, estamos viviendo por la fe. De esa forma, quedamos inmunes a los ataques del diablo”, concluyó, llamando a los bautizados hacia adelante para bendecirlos y orar por todos.