“Y clamó Asa al SEÑOR, su Dios, y dijo: ¡Oh SEÑOR, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh SEÑOR, Dios nuestro, porque en Ti nos apoyamos, y en Tu nombre venimos contra este ejército. Oh SEÑOR, Tú eres nuestro Dios: no prevalezca contra Ti el hombre.” (2 Crónicas 14:11)
El ejército del rey Asa tenía quinientos ochenta mil hombres armados con arcos y lanzas. Sin embargo, subió contra él el rey de Etiopía, con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros. Un millón contra quinientos ochenta mil.
Entonces, Asa hizo la mejor elección. Recurrió a Dios en oración sincera y humilde.
Su oración sirve hoy de modelo para las luchas que enfrentamos.
Asa reconoció que además de Dios no había nadie que pudiera socorrer en una batalla entre el poderoso y el débil. Aún hoy vemos a poderosos levantándose para intentar bloquear a aquellos que son de Dios. Pero los inteligentes saben que tienen en Quién confiar. Cuando los enemigos son mayores, más poderosos y más numerosos, la oportunidad de que Dios muestre Su poder es aún mayor.
Asa confió en Dios y fue a la guerra en Su nombre. Sea cual sea su guerra, reconozca que nadie, además de Dios, puede socorrerlo. Pídale ayuda a Dios, confíe en Él y no tenga miedo. Vaya a la guerra en el nombre de Jesús. En la batalla entre el poderoso y el débil, recurra al Todopoderoso.
Asa y su ejército sorprendentemente vencieron al ejército Etíope y aniquilaron a sus enemigos. Cuando asume Su nombre, usted asume Su identidad. Así, quien luche contra usted, Lo enfrentará. Y una cosa es cierta: no hay quien pueda prevalecer contra Dios.
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Recurra a Dios en sus luchas.
Si usted necesita ayuda, acerquese a la Universal más próxima a su hogar y converse con un pastor u obrero.
(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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