“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7)
La orden es clara. Sin embargo, muchos han invertido este consejo. Resisten la voz de Dios, se sujetan al diablo y reciben un abrazo de él.
Quien se sujeta a Dios, resiste al diablo, porque obedece. Obedece, resistiéndose a sí mismo, a los anhelos de su corazón, a los anhelos del mal, a los anhelos del mundo. Resiste a sus deseos, resiste al propio miedo, resiste a la duda. Se sujeta a la Palabra, creyendo incondicionalmente. Recibe poder y autoridad del propio Dios.
Usa su fe, usa su fuerza. Se convierte en valiente por creer en la Palabra de Dios.
Se transforma en un soldado fuerte del ejército del Dios Vivo, capaz de abatir a cualquier enemigo por la fuerza de su fe. Se convierte en la imagen del propio Dios, un representante del Señor Jesús, provisto de procuración para hablar en Su nombre. Al ver al siervo de Dios revestido de tal autoridad, que logró por obediencia a su Señor, lo único que le resta al diablo es huir, con el rabo entre las piernas.
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¿Para qué decir más? Sujétese a la Palabra de Dios, resista al diablo y él no tendrá otra elección más que huir de usted.
Si usted quiere renovar su fe, participe hoy mismo de una reunión en la Universal. Haga clic aquí para encontrar la dirección de una iglesia más cercana a usted.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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