El vestuario es un elemento muy importante a la hora de causar una buena impresión. Cuando nos presentamos en un sitio, en lo primero que se fijan es en nuestra apariencia externa.
Aunque los verdaderos valores de una persona no sean su vestuario, hay que causar una buena primera impresión. Saber estar no consiste solamente en ser educado, sino en un conjunto de factores entre los que ocupa un lugar muy importante nuestra apariencia, como nos vestimos.
Se vaya o no a la moda, no debemos perder una elegancia natural al vestir, acorde a nuestra personalidad.
El vestuario básico de un caballero debe incluir un conjunto de prendas imprescindibles que nos ayuden a cubrir la mayoría de los compromisos que se nos puedan presentar, tanto en el ámbito familiar, como en el social y laboral.
Podemos citar como excepción, los trajes de etiqueta que por su escasa utilización (a no ser que sea una persona con un alto grado de vida social) puede optarse por el alquiler en vez de comprarlos.
Aparte de nuestra apariencia física, con la que nacemos, podemos mejorar nuestra figura y nuestro aspecto con un adecuado vestuario. Ahora bien, manteniendo siempre nuestro propio estilo. Moda y elegancia, no es lo mismo, aunque tampoco tienen porque ser conceptos antagónicos. No todas las prendas de moda son elegantes o nos pueden sentar bien.
No cabe duda, que las posibilidades económicas facilitan nuestra labor de encontrar un vestuario adecuado para cada ocasión, al contar con una mayor gama de prendas a elegir, en cuanto a calidad y variedad de diseño. Pero, con poco presupuesto también se pueden hacer buenas combinaciones.
Saber coordinar y combinar con acierto no es una cuestión de dinero, sino de gusto. Con un ropero básico podemos crear múltiples combinaciones que nos pueden servir para diversas ocasiones.
Las prendas de vestir han dejado de ser una mera protección del pudor y de los elementos climáticos (frío, calor, lluvia, nieve …) para pasar a ser, en cierta medida, una forma de distinción social, una “marca” de nuestra situación socioeconómica. Pero no debemos olvidar el refrán: “Las apariencias engañan”.
A toda buena apariencia, deben acompañar unos buenos modales. De nada vale la “calidad” de la ropa, si no va acompañada de calidad humana.
A la hora de vestirnos debemos mantener un estilo propio y una gran naturalidad. Saber armonizar prendas de moda, con nuestra propia personalidad, o combinar piezas del ropero antiguas con otras actuales, es una tarea que debemos asumir. Y no debemos olvidar que la moda pasa, el estilo propio y la elegancia no.
Vestidos para la ocasión.
Aunque parece algo obvio, debemos tenerlo en cuenta, para las distintas ocasiones. Al gran cambio que ha sufrido, y sigue sufriendo, la forma de vestir, se ha añadido, una gran “relajación” en las principales reglas o pautas que marcaban una forma de vestir para cada ocasión. Esta “gran libertad” ha dado lugar a indumentarias realmente curiosas e incluso llamativas en determinadas personas.
No debemos olvidar que el ámbito o entorno en el que nos movemos, condiciona en gran medida nuestra forma de vestir (sino es “obligatoriamente recomendado” en ciertos ámbitos, como el laboral). Dependiendo de este entorno, nos veremos obligados a adaptar nuestro propio estilo personal al “vestuario tipo” del entorno.