Recientemente me he reunido con los obispos responsables de los países asiáticos en Filipinas. Uno de ellos relató sus dificultades en alcanzar a las personas que son budistas. Yo comenté con él que no hay barreras intraspasables cuando se trata de la fe en las promesas de Dios. Claro, hay un precio que hay que pagar.
Abraham desafió a Dios diciendo: ” ¿De que sirve que el Señor sea mi escudo y mi galardón sea muy grande si no poseo hijos…? ” Usted puede leerlo en Génesis 15.1-2.
La respuesta Divina fue inmediata en forma de alianza a través de los sacrificios.
Formidable fue también la audacia de Gedeón respondiendo al Señor: “Ah Señor mío, si el SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos ha ocurrido todo esto?” (Jueces 6.13)
También la respuesta fue inmediata. Dios lo escogió para librar a Israel…
Creo que en la vida de cada cristiano verdadero hay un día en que hay que tomar una decisión pragmática: ¡o Dios es Dios o Dios no lo es! ¡Es todo o nada! ¡Vida o muerte!…
Lo que no puede ser es quedarse en un “llueve y no moja”, hacer las cosas a medias.
Le dije: “Si no tomas una actitud de indignación contra esa situación, nada va a cambiar. El problema no está en el corazón duro de los budistas, sino en tu corazón acomodado. ¡Y sólo tú puedes resolver eso!”
¿Hasta cuando tenemos que quedarnos administrando problemas que, dígase de pasada, sabemos que no son de Dios?
Mi querido internauta, hay momentos en la vida de la persona que no hay otra salida: ¡O Dios es Dios o no lo es! ¡O somos de Dios o no somos! ¡O Él es con nosotros o no lo es!
¿¿¿Cómo saberlo??? Sólo probando si Su Palabra se cumple.
Dios permite eso para que conozcamos mejor nuestro grado de relación con Él.
Tal actitud excluye a los hipócritas y separa a los escogidos.
¡He ahí el camino de la solución para quien es de Dios!