“4G, ¿revolución o simple evolución?”, rezaba el titular de un reciente reportaje en una revista especializada. Inmediatamente después el texto comenzaba con la opinión de un experto en redes móviles que respondía lacónicamente: “las dos cosas”. Dicha así, sin haber explicado antes en qué consisten este conjunto de tecnologías que sin duda cambiarán muchos aspectos de la vida de los usuarios, la respuesta puede resultar tan enigmática como absurda.
Sin embargo, es la más apropiada: la tecnología 4G supone una revolución en el modo en que las personas se relacionan con la realidad que les rodea. En el fondo, no es más que la evolución lógica de Internet y del router con wifi, que sale de los hogares para dar señal de red en plena calle.
Una ruptura con el pasado
La gran diferencia con las tecnologías de redes móviles anteriores reside en que con 4G las antenas pasan de ser solo repetidores-captadores de señal a emisores de la misma. Es decir, en las tecnologías GSM, GPRS y UMTS (que equivalen a 1G, 2,5G y 3G) las antenas eran capaces de detectar a los teléfonos por la técnica llamada triangulación, que determinaba su posición en función de un área triangular formada por tres antenas, y enviarle una señal rebotada desde otro dispositivo.
Su función era identificar la señal y pasarla de un móvil a otro, aunque esta señal fuera compleja y conllevara, además de voz, mensajes de texto, imagen y, en 3G, el acceso web. En la telefonía 4G la antena es la terminación libre de un canuto de cables de fibra óptica que conducen al acceso a la Red y lo despliegan por una gran área de kilómetros cuadrados, como lo hace un router wifi en un hogar. Es decir, con la tecnología 4G Internet saldrá a la calle.
Las implicaciones de esta ruptura radical con la telefonía móvil clásica son muchas. Para empezar los operadores deberán realizar una inversión multimillonaria para implantar 4G, ya que las antenas hasta ahora situadas en lo alto de los edificios no les sirven, ya que son simples repetidores. Gradualmente, tendrán que sustituirse por las antenas emisoras de las tecnologías 4G, que irán precedidas del oportuno cableado del edificio donde se vayan a situar.
Acceso ubicuo a la Red y revolución en el consumo
Obviamente, las compañías operadoras de telecomunicaciones de todo el mundo se muestran reacias a hacer este esfuerzo económico tan grande y ponen objeciones a la vez que piden ayuda a los respectivos gobiernos. Pero no ignoran que la implantación de 4G supondrá que cualquier dispositivo con conectividad inalámbrica a Internet podrá acceder desde cualquier lugar, y en movimiento, a un ancho de banda teórico de 100 megabits por segundo en bajada y 50 megabits por segundo de subida de datos.
Esto significa poder hacer lo que hoy los usuarios desde el ordenador, pero utilizando en su lugar un móvil, una tableta o un portátil. Incluso implica poder acceder a toda la información que ofrece hoy Internet mientras se anda o se conduce, y que dicha información esté además relacionada con la posición que los usuarios tengan en el mapa. ¿Cuáles serían las implicaciones de poder saber en tiempo real en la carretera dónde está la siguiente gasolinera, qué precios tiene la estación de servicio más cercana, si hay tráfico en los próximos tramos o si los pueblos y ciudades que están en el trayecto pueden resultar interesantes?
La información en movimiento puede modificar incluso el comportamiento de las personas. Baste con imaginar que se desea ir a un determinado restaurante a cenar pero que por el camino se recibe información de propuestas más apetecibles o asequibles en el entorno cercano. ¿Qué persona no se sentiría como mínimo tentada a cambiar su decisión? Extiéndase este ejemplo a todas las situaciones, mézclese con publicidad personalizada, y se comprenderá la revolución que le espera al usuario en cuanto a la información y el consumo.