Piense por un instante en los objetivos que a usted le gustaría haber logrado y que todavía no logró. Tal vez el año pasado, usted se dijo: “En el 2016 comenzaré a…” (Complete la frase con cualquier objetivo que desee).
Sin embargo, el año ya comenzó y aquel deseo aún no fue puesto en práctica. Cuando no nos centramos en nuestro objetivo, ¿cuántas oportunidades y conquistas desperdiciamos? ¿Usted ya pensó en eso?
En la Biblia encontramos la respuesta para esa pregunta: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” Gálatas 5:17
En otras palabras, el apóstol Pablo está diciendo en el versículo de arriba que la voluntad de la persona lucha contra su intelecto ante una decisión.
El cuerpo y el alma administran las emociones, las voluntades, los impulsos. Por otro lado el espíritu conduce los pensamientos. Y los seres humanos son formados a partir de la unión de esos 3 elementos. Como son diferentes entre sí, es inevitable que hayan desacuerdos.
Cuando la persona se propone alcanzar un objetivo – lo que generalmente exige que ella salga de la zona de confort -, sucede el siguiente duelo:
*Espíritu: “Necesitamos hacer eso.”
*Cuerpo: “Estoy cansada, sin ganas de hacer algo.”
*Alma: “Vamos a hacer algo más divertido.”
Entonces, la persona pierde la motivación de continuar y esforzarse por aquello que va a hacerle bien – es cuando la naturaleza humana vence y el espíritu pierde. El tiempo pasa y la situación de ella continúa siendo la misma.
Por lo tanto, cuando usted se proponga un objetivo, téngalo siempre en mente, y todos los días pregúntese: “¿Qué estoy haciendo para estar más cerca de lograrlo?
El verbo “hacer” es muy importante en esta frase, porque no sirve planear sin poner en práctica. Es necesario actuar, hacer suceder, buscar resultados.
En conclusión, durante todo el proceso, busque en Dios fuerzas para actuar conforme a la voluntad del Espíritu: “Busqué al SEÑOR, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.” Salmos 34:4
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