Hay una serie de factores que ayudan a construir un matrimonio y muchos otros que pueden destruirlo. Usted ya habrá escuchado sobre muchas relaciones que terminan en separaciones y arrepentimientos. Muchos viven en matrimonios frustrados, con problemas de comunicación, peleas a causa de las dificultades económicas, problemas en la educación de los hijos y hasta la difícil relación con la familia del cónyuge, además de los reclamos, los celos, el miedo a la pérdida y la excesiva necesidad de estar siempre correcto y en el control.
En una reciente reunión de la “Terapia del Amor”, realizada en el Templo de Salomón, el obispo Edir Macedo habló sobre este tema. Y, para ser claro, citó su propio ejemplo y cómo la fe fue y es importante en su relación con su esposa, Ester Bezerra. Los dos están casados hace 44 años. Sin embargo, el obispo dijo que incluso antes de casarse con ella, su objetivo siempre fue servir a Dios. “Pero yo no podría hacer eso si tenía un mal matrimonio. Llegué a esa conclusión con tranquilidad, porque en mi casa, veía a mis hermanos peleando con sus respectivas compañeras, con golpes, patadas, insultos. Si yo tuviera un mal matrimonio, no podría servir a Jesús”, dijo.
La fe y la relación
El gran error de muchas personas al relacionarse, según el obispo, es que ellas le dan prioridad al lado físico del compañero. “Yo no vi a Ester -ah, es la mujer de mi vida-, no usé el corazón, no usé la pasión. En lugar de ver su cuerpo, su fisionomía, el lado físico, que por supuesto era agradable a mis ojos, yo miraba el Altar”, afirmó.
Él le aconsejó a las personas que se imaginaran como si estuvieran en la universidad de la vida: “¿En ese momento usted usa el corazón? No. Usted usa la cabeza, la inteligencia. Estoy invitándolo a que use su cabeza aliada a la fe. Si quiero priorizar mi voluntad antes que la de Dios, entonces estoy mirando el oro, estoy mirando la ofrenda, yo no estoy mirando a aquel que bendice la ofrenda o bendice el oro. Si yo priorizo mi voluntad, estoy despreciando a Dios como el Señor de mi vida y por lo tanto voy a cosechar los frutos de esa actitud”, advierte.
¿Cuál es el secreto?
Una relación duradera no tiene nada que ver con la suerte. “Dios quiere trabajar con su colaboración, como Él hizo y hace conmigo. Pero ¿cómo me sucedió a mí? Fue algo planeado, algo trabajado. Yo sembré y coseché cuando estaba usando mi intelecto en la Palabra de Dios. Este es el secreto de un matrimonio feliz”, dijo.
En cualquier relación es necesario saber convivir con situaciones comunes a todos los seres humanos, como decepciones y frustraciones inesperadas. Y saber que, con la guía de Dios, se puede construir una relación basada en: amor inteligente, elogios, apoyo, diálogo, tranquilidad, generosidad e inversión en los sueños en común.
De acuerdo con el obispo, es necesario sacrificar la propia voluntad y hacer la voluntad de Dios para resolver los problemas en el matrimonio y para que su casa esté en paz: “Usted tendrá que saber sacrificar su yo. Si tiene un hijo, por ejemplo, usted lo tendrá en medio de dolores. Y ¿cómo resuelve este problema? Usted va a poner su vida en el Altar para que el Altar lo bendiga. Este es el secreto, el secreto de la fe”, concluye.
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