Al aumento de tamaño de la glándula tiroides se lo conoce comúnmente como bocio. Se nota a simple vista, como una inflamación en la parte frontal del cuello, justo arriba de donde se juntan las clavículas.
La deficiencia de yodo es la causa más común del bocio. El cuerpo necesita este mineral para producir la hormona tiroidea. Si no obtiene lo suficiente en su dieta, la tiroides se agranda para tratar de capturar todo lo que pueda, para poder producir la cantidad adecuada de hormona tiroidea. Así que, el bocio puede ser una señal de que la tiroides no es capaz de producir suficiente hormona tiroidea.
En Argentina, la Ley 17259 del año 1967 establece que la sal para uso alimentario humano o animal deberá ser enriquecida con yodo para evitar el bocio, que era endémico en extensas zonas del país en esos tiempos.
No obstante, la poca ingesta de yodo sigue siendo una de las causas del bocio. Las otras pueden ser un ataque del propio sistema inmunológico del cuerpo a la glándula tiroides, el consumo de ciertos medicamentos, infecciones, fumar o comer determinados alimentos (soja, maní, repollo, verduras de la familia del brócoli).
El tratamiento solo se realiza si el bocio causa síntomas como tos, ronquera, dificultades para tragar y dolor en la zona tiroidea. Si el bocio se vuelve tóxico, genera mayores dosis de hormona tiroidea, provocando hipertiroidismo. En todos estos casos pueden suministrarse patillas, yodo radioactivo o incluso efectuarse una cirugía.
“Tuve bocio, en ese tiempo no podía respirar, era desesperante”
Debido a la depresión Erminda Vallejos se volvió alcohólica porque estaba desesperanzada de la vida. “Tenía todo el cuello inflamado y no podía respirar porque estaba completamente ahogada por el bocio. Llegaba el atardecer y sentía que me ahorcaban, no podía respirar. Se me inflamaba la glándula tiroides y eso hacía que aumentara el tamaño del cuello por dentro y por fuera, el aire no pasaba, era terrible. Como yo era alcohólica y tomaba pastillas con alcohol por la depresión, mi hija me tenía que higienizar y dar de comer con sus doce años. Yo no tenía fuerzas físicas para luchar.
Cuando tomé la decisión de acercarme a la Universal, fue algo maravilloso, lo más grande que Dios me dio fue la paz, hacía unos 15 años que no dormía, ni tomando pastillas. Al notar esto perseveré en las reuniones hasta que fui sanada y mi vida.
Martes a las 8, 10, 16 y principalmente a las 20hs en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más próxima a su casa.
[related_posts limit=”17″]