“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7)
El Espíritu Santo es Espíritu de Poder y no espíritu de cobardía. Quien tiene el Espíritu de Dios, tiene el carácter de Dios. No puede aceptar ser cobarde. Claro que no todos han tenido la disposición para exponer su propia vida por la fe. Pero hay algunos que se exceden. No miden esfuerzos en el sacrificio de su vida por lo que creen. Poder, amor y dominio propio son las características recibidas por quien tiene ese mismo Espíritu.
A ejemplo de los gaditas que ayudaron a David, dice la Biblia que eran “hombres de guerra muy valientes para pelear, diestros con escudo y pavés; sus rostros eran como rostros de leones, y eran ligeros como las gacelas sobre las montañas… El menor de ellos valía por cien, y el mayor, por mil” (1 Crónicas 12:8; 14).
El menor de ellos valía cien soldados entrenados. Cada uno era un ejército. Eran más que soldados normales. No aceptaban ser cualquiera. Dios no economizó en darles poder a los fieles del pasado ni lo hace en el presente. Él ha armado a Sus hijos de tal forma que no hay chances de que los enemigos prevalezcan.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos…” (2 Corintios 10:4)
Los nacidos del Espíritu de Dios nunca pierden. Las supuestas pérdidas, fracasos, frustraciones y decepciones no son nada más que la preparación de la Tropa de Elite del Espíritu de Dios. ¡Todo coopera para bien de ellos! Todo… Cuando ganan, se alegran. Cuando pierden, más adelante, descubren que ganaron también.
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Si usted es de Dios, recibió Espíritu de Poder, no de cobardía.
Si usted está pasando por momentos difíciles y desea ayuda espiritual, acérquese a la Universal más cercana a su hogar y converse con un pastor u obrero.
(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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