Con apenas 11 años, Karina empezó a fumar y a drogarse, a medida que pasaba el tiempo, fue metiéndose más y más en el mundo de las adicciones. “Consumía cocaína, marihuana, era adicta al juego, tenía todo tipo de vicios. Debido a ese comportamiento terminé viviendo en la calle, quedé embarazada, formé una familia y luego me separé, era un desastre”, recuerda.
Ante ese panorama, sus padres no sabían cómo actuar e intentaban que ella dejara esa vida a través de la violencia: “Al principio nadie me puso un freno y cuando quisieron hacerlo, lo intentaron a través de la violencia física. Me encerraban en mi casa, me pegaban, pero lograban el efecto contrario porque yo rompía todo y me escapaba. Salía a la calle toda marcada, llena de moretones y marcas de los cinturonazos que me daban, pero no me importaba, terminaba tomando y drogándome más que antes”, afirma Karina, que buscaba llenar con droga el vacío interior que sentía.
“No era feliz –confiesa– sentía un vacío enorme y creía que la droga lo iba a llenar, que era una solución, pero a pesar de estar con amigos, divirtiéndome, supuestamente, me sentía incómoda en todos lados, sentía que me faltaba algo. No me reía si no estaba drogada. Toda esta locura duró 24 años. En ese período de tiempo conocí a Andrés y le mentí, le conté que antes me drogaba, pero un día tuve que revelarle la verdad, porque la situación ya era insostenible”.
Andrés no encontraba una salida y las peleas en la pareja eran moneda corriente: “Tenía una leona en mi casa, era una mujer muy agresiva. No me quedaba otra más que aceptar la situación y criar a Sofía por mi cuenta. Había muchas agresiones y discusiones todo el tiempo debido a sus vicios”, cuenta él.
La situación de la familia era tan crítica, que los vecinos se daban cuenta. Una de ellas ya conocía el Tratamiento para la Cura de los Vicios y cada vez que se cruzaba con Karina le decía que había una solución para sus problemas. “Tanto me insistió la vecina que un día finalmente acepté su invitación. Llegamos juntos al tratamiento y empezamos a luchar porque queríamos cambiar, no podíamos vivir más así. Hoy, gracias a Dios estoy curada, aprendí que los vicios tienen cura. Rechazo completamente cualquier droga, no tolero ni el olor al cigarrillo, me da asco. Ahora somos una familia feliz”, concluye Karina, a lo que Andrés añade: “Ella es otra persona, cambió completamente, la familia está transformada gracias a Dios”.
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