“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero Mi salvación será para siempre, Mi justicia no perecerá. Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está Mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes. Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero Mi justicia permanecerá perpetuamente, y Mi salvación por siglos de siglos.” (Isaías 51:6-8)
Todo pasa, inevitablemente. Todos los problemas, persecuciones, enemigos, injurias, vergüenzas, injusticias y tribulaciones pasarán. Solo dos cosas que podemos alcanzar hoy durarán para siempre: la salvación y la justicia. Las promesas del Dios Vivo, hechas directamente al pueblo en cuyo corazón está Su Ley. Al pueblo justificado por la fe, que se empeña en andar en Sus caminos. Al pueblo que busca continuamente Su justicia.
No necesitamos temer. Todo pasa, menos la Palabra que sale de la boca de Dios.
Su justicia jamás será anulada.
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Quien tiene oídos para oír, oiga. Absorba el Espíritu de esta Palabra. Y llénese de fuerza y coraje.
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(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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