“Deléitate asimismo en el SEÑOR, Y Él te concederá las peticiones de tu corazón.” (Salmos 37:4)
¿Cuál es el criterio usado por el Espíritu Santo para agradar a los Suyos? Él agrada a los que Le agradan. Ese es el criterio de Dios. Es la ley fija que rige la relación con Él. La vida de cada uno depende del señor que elige. No depende de Dios o de otros. No depende de la suerte. No depende de los astros. No depende del destino trazado. Ese cuento del destino es un chiste.
No depende de educación, belleza, fuerza o dinero. Depende de obediencia. Si hay obediencia a la Palabra de Dios, la bendición es inevitable. Si no hay obediencia, la maldición es inevitable. (Lea Deuteronomio 28).
La obediencia a Dios se resume a la práctica de la fe en la Biblia Sagrada. Claro, esa práctica de fe exige sacrificios. De lo contrario, este mundo sería maravilloso, ya que todos tienen fe.
Pero pocos la practican.
Los creyentes creen en la Palabra, pero un mínimo la obedece. Por eso son creyentes fracasados. La obediencia a Dios fue el secreto de Abraham. Él no hizo ningún milagro, ninguna maravilla… Peregrinó por muchas tierras. Un auténtico nómade. Aun así, por donde el Señor lo encaminaba, él obedecía. Su nombre debería ser Abraham Obediente. No fue en vano que el Señor lo escogió. Él no escoge a desobedientes y rebeldes.
“Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años; y el SEÑOR había bendecido a Abraham en todo.” (Génesis 24:1)
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Obedezca a la Palabra de Dios para ser bendecido en todo.
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(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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