Todos tenemos sueños, son lo que nos impulsa a buscar una vida mejor. Existen sueños que podemos realizar por nosotros mismos y otros para los que necesitamos la ayuda de Dios.
Para que un sueño se haga realidad, es necesario sacrificar. Ya sea por el hecho de tener una casa, un auto u otro tipo de bien material, es necesario sacrificarse para obtener los medios necesarios para adquirirlos. Quien sueña con convertirse en un profesional, deberá sacrificar horas de sueño, salidas y tiempo con los amigos para lograr el objetivo.
Si para lograr este tipo de cosas es necesario sacrificar, imagine lo que habría que hacer para alcanzar las cosas de Dios, que son muy superiores.
En su blog, el obispo Macedo se refiere a los sueños y a su relación con la fe: “Soñar es una característica inherente a todo ser humano. Pero, la realización de un sueño solo sucede si, antes, fue concebido a través de la fe sobrenatural.
Es necesario discernir lo que es meramente un deseo humano de lo que es un sueño nacido del corazón de Dios. Cuando Dios nos da un sueño, también da fe para realizarlo.
José, Noé, Abraham, Elías, Pablo y tantos otros tuvieron sueños que vinieron de la fe. Pero ellos y todos los demás tuvieron, de una forma u otra, que pagar el debido precio de la conquista. No hay sueños realizados sin sacrificio”.
José, el soñador
La Biblia cuenta la historia de José, uno de los hijos de Jacob, que solía tener sueños en los que veía que sus hermanos y sus padres se inclinaban ante él.
Al contarle sus sueños a sus hermanos, lo único que logró fue que le tuvieran envidia y urdieran un plan para deshacerse de él.
Así fue que José terminó siendo vendido por sus propios hermanos a unos mercaderes del desierto. Pero su historia no terminó allí.
Un oficial egipcio compró a José y lo llevó a su casa, donde la bendición de Dios lo destacó de entre los demás siervos, provocando que se convirtiera en el encargado de la casa.
Dice la Biblia que el hombre “… no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía”, (Génesis 39:6). Tiempo después, tras seguir siendo fiel a Dios y no olvidarse de sus sueños, José terminó trabajando en el palacio del Faraón de Egipto, donde ayudó a evitar que una gran hambruna destruyera al pueblo, lo que le valió ser nombrado Gobernador de Egipto.
Así, aquel soñador que había sido vendido y convertido en esclavo, se convirtió en el hombre más poderoso de todo el país, solamente superado en autoridad y poder por el mismísimo Faraón.
Al final de la historia, los hermanos de José, afectados por la sequía, terminan yendo a Egipto, donde no reconocen a su propio hermano y terminan postrándose ante él, haciendo realidad los sueños que José había soñado.
Disposición y fe
El mismo Dios que pone un sueño en nuestros pensamientos es el que nos da la disposición de realizarlos.
No basta tener un sueño si no tenemos la disposición necesaria para luchar por ellos y hacerlos realidad, sin importar el tiempo que pase o las dificultades que nos toque enfrentar. Debemos aferrarnos a la fe y creer que esos sueños se realizarán.
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