No basta con que seamos buenos, no basta con que seamos fieles, tenemos que ser buenos y fieles.
El siervo bueno es aquel que tiene habilidad en lo que hace, que utiliza sus recursos y talentos para hacer todo muy bien hecho. Con sus recursos y talentos es capaz de realizar un “excelente trabajo”. El problema es que, lamentablemente, muchos “siervos buenos” son infieles a su llamado.
La infidelidad ocurre cuando dejan de servir por la pasión de ganar almas y comienzan a esperar reconocimientos, elogios y promociones personales. Más allá de eso, al desear ser bien aceptados por sus oyentes, no dicen toda la verdad desnuda y cruda que ellos necesitan escuchar.
El siervo fiel es aquel que tiene un buen comportamiento y que obedece cada orden de su Señor, sin embargo, siempre con mucho atraso y dificultad. Por no haber desarrollado sus habilidades de siervo, no sabe utilizar los recursos que tiene. Por eso, tarda para descubrir y multiplicar los talentos que su Señor puso en sus manos.
Por otro lado, el siervo bueno y fiel es aquel que tiene habilidad y carácter, que dice las verdades que sus oyentes necesitan escuchar y se desarrolla. Utiliza los recursos que tiene e incluso busca más recursos para hacer un buen trabajo. Cada día descubre más los talentos que posee y los multiplica. Vive en espíritu e invierte todo su potencial para ser y hacer siempre lo mejor en todo para su Señor, sin esperar nada a cambio.
Seamos buenos. Utilicemos todas nuestras habilidades, recursos, talentos y potencial por la causa de nuestro Señor.
Seamos fieles. Conservemos nuestro carácter de verdaderos hombres y mujeres de Dios, andemos en Espíritu y trabajemos sin esperar ser reconocidos, elogiados ni promovidos.
¡Que la pasión por salvar y servir sea suficiente para motivarnos todos los días!
Colaboró: Obispo Agnaldo Silva