Cuando era niño, habrá recibido algo muy valioso de sus padres, acompañado de la siguiente orden: “¡Ten cuidado para no perderlo!”
Cuando leemos en la Biblia la advertencia que el apóstol Pablo le da a la Iglesia de Tesalónica, vemos que es ese tipo de advertencia, sobre no perder lo más precioso que tenemos:
“No apaguéis al Espíritu.” 1 Tesalonicenses 5:19
La presencia del Espíritu es una llama, no es en vano que Pablo usa la palabra apagar, que es hacer que deje de quemar, de brillar.
¿Y cómo se puede apagar el Espíritu? Cuando no desarrollamos Sus frutos. El pecado tiene el poder de apagar esa llama dentro de nosotros, pero el error más grande es pensar que solo porque no estamos viviendo en el pecado esa llama nunca se apagará.
Seguramente ya vio en alguna película como un superhéroe generalmente descubre sus dones. Él no sabe que tiene aquel poder y, de repente, en una situación de peligro, ese poder se manifiesta y él descubre que tiene dones especiales. Cuando recibimos al Espíritu Santo recibimos poder (Hechos 1:8). El problema es que, generalmente, no usamos ese poder de manera correcta.
Imagínese lo siguiente: usted gasta un alto valor para regalarle una blusa de marca a una persona querida y nunca la ve usando ese regalo. Hasta que un día, al llegar a la casa de ella, ve la blusa hecha un trapo de piso. ¿Cuál es su reacción? Es la misma que el Señor Jesús tiene cuando nos ve que tenemos el Espíritu Santo y no usamos esa arma, no desarrollamos ese poder.
¿Alguna vez se detuvo a pensar cuánto poder tiene cada fruto del Espíritu Santo? Pero día a día solo veremos ese poder si lo usamos. ¿Usted ha usado la fe como debería usarla? ¿Y la paciencia? ¿En las luchas, injusticias, usted ha usado la alegría?
Lo que sucede es que no lo usamos como deberíamos usarlo, como Dios espera que lo usemos. Ellos se van apagando; apagando hasta que usted se da cuenta que está frío y distante.
No se apague
Lo más interesante de este versículo es que no se trata de un simple consejo, sino de una orden para que no apaguemos el Espíritu (Santo) dentro de nosotros. Es una actitud, un cuidado nuestro.
Cuando decimos que la fe es como un músculo, que cuanto más se ejercita, más se desarrolla, no solo es así con la fe, sino con cualquiera de los nueve frutos del Espíritu Santo. Cuanto más se ejercitan, más crecen. Si deja de ejercitarlos (usarlos), ellos se atrofian.
La escritora Ester Bezerra explica que los tres primeros frutos del Espíritu tienen la esencia de Dios: el amor (representado por Dios padre), el gozo (representado por el Hijo Jesús) y la paz (representando al Espíritu Santo), y que ellos son recibidos automáticamente con el descenso del Espíritu Santo en nuestra vida. “Es la Marca inmediata o el Sello de Dios sobre los que creen en Él “, resalta la escritora.
Los otros seis – paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza – están relacionados con el carácter del ser humano. “Se entiende también que ellos están a nuestra disposición, pero, hay que cultivarlos con perseverancia”, explica. Y para eso es necesario el sacrificio. Sacrificar la propia voluntad, sacrificar el miedo, la duda, la comodidad.
Reflexione: ¿En qué situaciones usted podría usar esos frutos y no lo está haciendo? ¿Por qué?
¿Qué puede hacer a partir de ahora para usarlos de la manera que Dios espera?
Si no está seguro, pídale dirección a Dios en oración y a través de Su Palabra, y practique.
Comparta este mensaje con sus amigos y familiares.
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