¿Usted ya tomó una mala actitud, cayó en la tentación de hacer algo que desagrada a Dios y pecó, poniendo en riesgo su comunión con Él?
Muchos cristianos, cuando se dan cuenta el mal que se hicieron a sí mismos por haber pecado, se encuentran con la duda; y ahora ¿qué hago?
En primer lugar, debe entender que Dios está listo para darle una nueva oportunidad al pecador. Sin embargo, eso no lo libra de las consecuencias de sus errores.
Un hombre adultero, por ejemplo, será perdonado por Dios. Pero el hijo, fruto de la traición, siempre estará allí, independientemente si el matrimonio se mantiene o no. Una mujer que vive mintiendo también será perdonada, pero ella tendrá que redoblar sus fuerzas para reconquistar la confianza de las personas.
En la Biblia está el ejemplo de David, que se arrepintió del pecado que cometió, fue perdonado por Dios, pero las consecuencias vinieron: él fue humillado cuando uno de sus propios hijos tomó algunas de sus mujeres y vio al bebé que fue fruto del adulterio con Betsabé morir después de nacer.
El camino correcto
El arrepentimiento sincero es la solución para recibir el perdón de Dios. Es cuando se confiesa la culpa por el pecado y se asume firmemente que no lo quiere más en su vida. El problema es que muchas personas posponen el arrepentimiento. Le dicen a Dios que se arreglarán con Él, pero continúan pecando.
El obispo Júlio Freitas escribió, en su blog, que la persona que pecó y no es sincera no logra hacer más la voluntad de Dios. “Para oír la voz de Dios es necesario tener un corazón humilde y sincero, dispuesto a obedecer. Pero, si pecó y no es sincero, seguramente no será humilde, verdadero y, mucho menos, logrará obedecer.”
El pecado, generalmente, viene de la debilidad espiritual. Por eso, después del arrepentimiento, es necesario buscar fuerza en Dios para no cometer los mismos errores. “Cuando nos equivocamos y lo reconocemos, nos sentimos débiles. La expectativa de Dios es que nos arrepintamos y pidamos perdón. Por otro lado el diablo ve allí una oportunidad para contraatacar, derrumbando uno de los soldados del Ejército Divino: usted. Por eso la única forma de fortalecerse, después de un reconocimiento del pecado y del pedido de perdón, es buscar a Dios, tapando todas las “grietas” que el pecado causó”, explicó el obispo.
Las consecuencias
Luego de la manifestación del cambio de actitud, es necesario dejar la culpa atrás. La vendedora Bruna Soares Belarmino Pereira, de 29 años, tuvo que recomenzar su caminata en la Obra de Dios por haber desobedecido Sus enseñanzas.
Ella era obrera en la Universal, pero terminó dándole una razón al sentimiento y se involucró con un muchacho que no tenía su misma fe. “Yo cuidaba a los jóvenes, pero me olvidé de cuidar mi interior. Por estar débil, conocí a un hombre. No me interesó inmediatamente, pero me fui sintiendo atraída con el pasar del tiempo”, alega.
Mientras estaban de novios, por cinco meses, el contacto físico era algo común. “Cuando yo estaba casi profundizando íntimamente en la relación, venía el recuerdo de que yo había sido elegida para servir a Dios. Entonces me escapaba de él.”
Bruna cuenta que no quería confesar que estaba en un noviazgo que no estaba de acuerdo con las enseñanzas de Dios, pues estaba débil espiritualmente. “Yo le decía al pastor que tan solo estaba débil y, por eso, él me sacó la responsabilidad de la Fuerza Joven. Mientras tanto, inventaba excusas y solo iba a la Iglesia los domingos.”
Hasta que un día la culpa comenzó a atormentarla. Bruna, entonces, decidió confesar el error. Ella le contó al pastor lo que estaba sucediendo y se humilló ante Dios. “Fue un conflicto porque tuve que renunciar al sentimiento que tenía por mi novio.”
Bruna enfrentó las emociones y decidió recomenzar. “Luché por el nuevo nacimiento. En mi mente venía el pensamiento de que las personas me juzgarían, que tendría que comenzar todo de nuevo con Dios. Pero fui venciendo los pensamientos.”
Hace ocho meses ella está colaborando nuevamente en la Obra de Dios y aprendió a actuar de manera correcta. “Hoy, soy equilibrada, cuido a las personas que necesitan ayuda, pero, antes busco estar bien con Dios”, concluye.
Lo mejor es no pecar. Pero, si eso sucedió, Dios espera su empeño para no desagradarlo de la misma forma que antes, como decía Jesús cuando perdonaba a alguien. “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (Juan 8:11).
Si usted pecó, humíllese delante de Dios. No lamente el pasado y comience a hacer lo correcto a partir de ahora. Corte el contacto con las personas o situaciones que lo hicieron caer en el error, busque a aquellos que quieren ayudarlo a levantarse y, en el caso que se haya equivocado con alguna persona, pídale perdón también a ella. Enfrente las consecuencias y siga adelante.
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