“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7:13-14)
¿Qué diferencia hay entre una puerta estrecha y otra ancha? La puerta estrecha es angosta, haciendo difícil el acceso a través de ella. La puerta ancha es como un portón: pasa un buey, pasa la manada, sin atropellarse, sin ninguna dificultad en su travesía.
Así es…
Jesús es la Puerta Estrecha;
Satanás es la puerta ancha.
Los seguidores de Jesús tienen una enorme dificultad para seguirlo, tienen que sacrificar los deseos del corazón, los caprichos de la carne, mantener la cruz en los hombros 24 horas por día, 365 días al año, sin derecho a vacaciones, a feriados, a nada…
Sacrificio, sacrificio y sacrificio. O sea, fidelidad, integridad, dignidad, en fin, carácter cristiano. Pero, en los días actuales, ¿quién está interesado en eso? Por eso esa Puerta es estrecha. Pero, los que aman la justicia y perseveran en ella, al atravesar esa Puerta, inmediatamente encuentran la vida, por toda la eternidad.
Los seguidores de Satanás no encuentran ninguna dificultad para seguirlo. No importa religión o denominación evangélica. Está prohibido prohibir, no hay ninguna exigencia de sacrificio, vale todo, inclusive pasar por encima de los demás.
La libertad es sagrada, inclusive con derecho al libertinaje. Esa puerta es muuucho más ancha; un pasaje de libre acceso. Nadie es de nadie. Pero, tras su travesía, inmediatamente viene el despeñadero del infierno.
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“Y alguien Le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y Él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.” (Lucas 13:23-24)
Si usted quiere aprender más sobre este tema, participe de la Noche de la Salvación, que se realiza todos los miércoles en la Universal. Haga clic aquí para buscar la dirección de una iglesia más cercana a usted.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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