Job se esforzaba para proyectar una imagen. Eso no era totalmente incorrecto, pero, a pesar de su justicia, su proyección estaba lejos de la perfección que pensaba estar mostrando. En realidad, esa imagen fue damnificada por una gran falla en su corazón. Dios la vio claramente y determinó que lo ayudaría a repararla.
De repente, la imagen que Job tenía de él mismo se destruye delante de sus ojos. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Defender la imagen que tenía de sí mismo o reconocer su fracaso? Reconocer el fracaso y arrepentirse hubiera sido bastante vergonzoso, pero, con el transcurso de la historia, notamos que Job no veía nada de malo en él.
Incluso porque, si algo hubiese estado incorrecto, habría sido una gran vergüenza ser expuesto delante de todos. Él creía tanto que era un ser humano extremadamente justo que, durante mucho tiempo, no notó el gran problema que estaba en su corazón. Por lo tanto, él hizo lo que todos nosotros normalmente hacemos: intentó defenderse y justificarse.
Este es el caso de muchos cristianos e incluso de personas que forman parte de la IURD. Así como hizo Job, ellos tienen cierta “imagen” de ellos mismos, que muestra una especie de “perfección, santidad y conocimiento de todo”, mientras que el diablo está siempre trayéndoles problemas. Pero, ¿cómo puede el “diablo” estar trabajando en sus vidas “santas, perfectas y justas”? ¿Cómo admitir eso? Muchos años en la iglesia, manteniendo una posición, y aun así ver al diablo haciendo su obra en sus vidas? ¡¡¡No es posible!!!
Primero que todo, vemos que rechazar la idea de ser afectado por las obras de Satanás ya es una señal de que las cosas no están bien, tal como en el caso de Job:
El Señor dio, y el Señor quitó. Job 1:21
¿Cómo Job podría afirmar que “el Señor quitó” (tan trágicamente) la vida de sus diez hijos, sus propiedades, sus animales y, finalmente, su salud? Queda en claro en el texto que Satanás propuso que Dios fuera el causador de las tragedias, y Dios le dijo:
Dijo el Señor a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Job 1:12
¡Dios no hizo, no hace y nunca le hará mal a nadie!
Pero, ¿cómo podría un hombre que se autoproclamaba justo admitir que Satanás había prevalecido, y que, a causa de su falla, Dios no lo había impedido? ¿Y qué falla?
Porque el temor que me ESPANTABA me ha venido, y me ha acontecido lo que yo TEMÍA. Job 3:25
Él temía y se espantaba porque un día el mal vendría y haría exactamente lo que hizo. Pero, ¿por qué sería que ese hombre “tan justo” tenía ese miedo terrible? ¡PORQUE SU FE NUNCA HABÍA SIDO PROBADA Y APROBADA!
¿Abraham fue así? ¿Daniel, Sadrac, Mesac y Abed Nego fueron así? ¡NO! Ellos fueron probados varias veces y pasaron la prueba. La prueba a la que me refiero es aquel momento en el que uno tiene que actuar por la fe y OBEDECER VALIENTEMENTE a Dios.
Usted no crece en la fe participando de una reunión de estudio de la Biblia o simplemente por decir que tiene fe o confiando en su AUTOJUSTICIA. La fe es como un músculo, se desarrolla cuando es ejercitada. Cuando más usa su fe, más crece. Y cuanto más crece, más Dios es capaz de bendecir su vida y menos posibilidades hay de que Satanás prevalezca contra usted.
La prueba de la fe es cruel, sin emoción y dolorosa, pero necesaria para que venzamos los miedos internos, que comprometen nuestra fe.
Déjeme explicarlo de esta forma: la fe de Job, a pesar de su justicia, era débil por no haber sido PROBADA y APROBADA, no era una fe Abrahámica, y el diablo iba a prevalecer de cualquier manera, tarde o temprano, y Dios no iba a poder impedirlo.
Tenga esta idea Divina dentro de usted: ¡DIOS PRUEBA, DIOS PIDE! ¡¡¡DIOS APRUEBA, DIOS DA!!!
Colaboró: Obispo Randal Brito