Jesús se puso a lavar y a secar los pies de Sus discípulos y Pedro Le dijo:
― ¿Tú me lavas los pies a mí? ¡Jamás me lavarás los pies! Juan 13:6-8
Y Jesús le contestó:
―Si no te lavo, no tienes parte Conmigo. Juan 13:8
Y Pedro le dijo:
―Señor, entonces no solo los pies, sino también las manos y la cabeza. Juan 13:9
Jesús entonces le dijo:
―El que se ha bañado no necesita lavarse, excepto los pies, pues está todo limpio… Juan 13:10
En otras palabras: “No es necesario, ya estás limpio por la Palabra que les he dicho”.
La Palabra de Dios nos lava y nos señala dónde está la suciedad, dónde nos estamos equivocando. Nos señala, no para acusar o condenar, sino para salvar.
“… no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” (Juan 12:47).
Él condena la prostitución pero no a la prostituta, condena al robo pero no al ladrón ―tanto es así que salvo a uno allá en la cruz―, condena la idolatría pero no al idólatra, y la lista sigue, porque los pecados que podemos cometer son muchos.
Cuando leemos y meditamos en la Palabra y la Palabra nos muestra dónde está nuestro error, no es para que usted diga “no es para mí”, sino para que diga “es mi turno de lavarme para poder andar con Jesús”.
Cuando Jesús lavó los pies también los secó, para que no resbalaran. Es para que cuando usted pise, lo haga firme, para que no resbale. Cuando Jesús nos lava los pies es para que no volvamos a la vieja vida.
Antiguamente las calles no eran como hoy, las personas andaban y se ensuciaban mucho, y lo primero que se hacía al entrar en una casa era quitarse las sandalias, dejarlas del lado de afuera, y hacer que le lavaran los pies. Era la costumbre.
Y en las familias donde tenían buenas condiciones de vida, había una persona encargada de lavar los pies de todos los que llegaban, ¿y saben cuál era ese siervo? El más simple, aquel que tenía más limitaciones, el más humilde.
Y esa fue la postura que Jesús asumió, la del más simple y el más humilde siervo, sin ninguna condición, para darles un ejemplo a Sus discípulos.
La penúltima prédica de Jesús fue después de lavar los pies y dijo:
“ahora vayan y hagan lo mismo unos por los otros, porque aquel que se enaltece será humillado, pero los que se humillen serán exaltados”. Lucas 14:11-14
Fueron pocas palabras, pero una lección de por vida que usted y yo tenemos que seguir, y solo quien tiene el Espíritu Santo lo hace.
Obispo Júlio Freitas