“Visitó el Señor a Sara, como había dicho, e hizo el Señor con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho.”(Génesis 21:1-2).
La visita del Señor a Sara no fue como la del Espíritu Santo a la virgen María. La concepción de Isaac fue realizada a través del coito natural entre Abraham y Sara. La visita del Señor fue solo en el sentido de darles condiciones físicas de engendrar un hijo.
Dios no solo curó a Sara de su esterilidad, sino que también transformó sus órganos, dejándolos como los de una joven. Lo mismo se dio con Abraham. Por otro lado, en el caso de la virgen María, el Espíritu Santo la envolvió y puso en ella la simiente divina.
Otro hecho extremadamente importante para destacar es la fidelidad de Dios en cumplir Su Palabra, independientemente de las circunstancias visibles. Los que pretenden aprender a vivir por la fe necesitan concientizarse de una cosa: jamás se pueden juzgar los hechos por los ojos físicos, sino por los ojos espirituales,¡los ojos de la fe!
El apóstol Pablo enseña esto diciendo: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”(2 Corintios 4:18).
La promesa hecha a Abraham estaba comenzando a cumplirse,después de veinticuatro años. La promesa estaba en camino y, a los ojos humanos, demoró todo ese tiempo en llegar. ¡Pero llegó!
La promesa siempre se cumple tarde o temprano. Pero es necesario ser paciente y perseverante para aguardar su cumplimiento. Lo mismo también se da en relación a la segunda venida del Señor Jesús. Quien no se mantenga vigilante para Su regreso se quedará afuera.
¿Por qué la fe no siempre trae los resultados esperados? ¡Simplemente porque la visión física ciega a la visión espiritual! Cuando se concentra la atención en los hechos visuales, hay grandes posibilidades de embriagarse con las informaciones del mundo físico en el que vivimos. Y una persona embriagada no tiene ninguna seguridad.
Las leyes que rigen este mundo son opuestas a las que rigen el de Dios, pues son las leyes de la razón, mientras que las leyes que rigen el Reino de Dios son las leyes de la fe. ¡Quien vive por la fe no puede someter su visión espiritual a la visión física!
¿Es difícil vivir por la fe? ¡No para quien nace del Espíritu! El motivo por el cual muchos cristianos viven derrotados es que ellos nunca nacieron de Dios. Y por no haber nacido de nuevo están siempre atentos a las informaciones de los ojos físicos. Bajo la óptica física, las informaciones siempre son contrarias a la fe. Abraham creyó contra la esperanza, es decir, él creyó en lo invisible, en lo imposible. Pero estaba casado con alguien que creía en la visión de sus ojos físicos…
Dios visitó a Sara, no por sus méritos espirituales, sino por los de Abraham. Él mantuvo su creencia en las promesas de Dios, incluso cuando todo, a los ojos humanos, parecía estar perdido. Abraham era una simiente de calidad.
La Palabra de Dios se hace infructuosa para quien vive de acuerdo con la visión física. A pesar de que los ojos físicos imponen realidades inaceptables a los ojos de la fe, aun así,la decisión a tomar le corresponde a la persona que vive ese conflicto, o sea, entre el oír las informaciones dadas por los ojos físicos y las dadas por los ojos espirituales. ¡Solo ella puede decidir por sí misma!
“Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac.”(Génesis 21:3).
El propio Señor le dio nombre al hijo de Abraham con Sara (Génesis 17:19), así como había hecho con el hijo de Abraham con Agar. La diferencia es que esta ya estaba embarazada de Ismael y se encontraba con gran aflicción de alma cuando recibió orientación en cuanto al nombre del niño. Ismael significa “Dios oye”. Naturalmente, el nombre Ismael surgió de la atención dada por Dios a aquella sierva tan maltratada por su señora.
Dios muestra así Su grandeza de justicia y repudio a la injusticia cometida por quien quiera que sea. Sin embargo,en cuanto a Isaac, su nombre había sido elegido un año antes de haber sido concebido, y en circunstancias muy superiores. Isaac significa “risa, alegría, gozo en el alma”. Su significado ya denota bien lo que representaba su nacimiento.
Es interesante notar que, en todo el registro bíblico, el Señor les dio nombre solo a tres personas: Ismael, Isaac y Jesús. El nombre Jesús significa, entre otras cosas “el Señor salva”.
El día en que Isaac fue destetado, Abraham dio un gran banquete. Y viendo Sara que Ismael se burlaba de Isaac, inmediatamente tomó la decisión de echarlos a él y a su madre. Sara rechazaba terminantemente que la herencia fuese dividida con el hijo de la esclava.
Seguramente Abraham no estaba de acuerdo con Sara en este aspecto, pues Ismael también era su hijo. Eso fue muy penoso a los ojos de Abraham. Él debía tomar una decisión extremadamente difícil, pero no tenía el coraje. Fue entonces cuando el Señor Se le apareció nuevamente.
Dios no solo consoló a Abraham, sino que también le garantizó cuidar a su hijo rechazado, ¡solo por causa de él!¡Qué grande es nuestro Dios! Justo, lleno de compasión, misericordioso¡ y que promete cuidar las semillas engendradas de la simiente verdadera!
Tanta fue su confianza en la Palabra de Dios, que Abraham se levantó por la madrugada, tomó pan y un odre de agua, los puso en la espalda de Agar, le dio al muchacho y la despidió.
Probablemente, luego de haber sido orientado por Dios, Abraham se levantó y obedeció. Él no les dio oro, animales o ningún otro bien material, solo pan y agua.
Con seguridad el pan y el agua los alimentaría por el desierto durante unos pocos días. Pero Abraham guardaba en el corazón la certeza de que el Señor les supliría todas las necesidades, conforme a Su promesa. ¡Dios le había dado Su palabra!
A los ojos naturales, Abraham podría ser considerado un desalmado, él estaba despidiendo a su propio hijo, Ismael,y a su madre, Agar, hacia un desierto demasiado hostil y peligroso. El texto sagrado muestra que ellos salieron y anduvieron“errantes por el desierto”(Génesis 21:14); es decir, sin destino, sin perspectivas y sin nada; apenas con pan y agua por algún tiempo.
¿Quién sería capaz de tomar una actitud como esta? Solamente alguien “embarazado” de una fe, de una certeza; en fin, ¡alguien con la más absoluta convicción de que el Señor Dios Todopoderoso es suficientemente grande y fiel para cumplir Su Palabra! ¡Aleluya!
¡Este sentimiento es el del propio Espíritu Santo en el corazón de aquellos que son nacidos de Él! ¡Por otro lado,imagínese a Agar y a Ismael! Hasta entonces, ¡aun siendo considerada como sierva, su hijo era también de su señor! Y esa situación le daba, en cierta forma, una sensación de seguridad en relación a su futuro.
Ismael se burlaba de Isaac porque tenía libertad de hijo también. Pero, de repente, parecía que la tierra se había abierto bajo sus pies. Ellos habían perdido todo: casa, comida, seguridad,futuro, herencia, respeto, ¡todo! ¡Quedaron reducidos a absolutamente nada! ¡Salvo un poco de pan y un odre de agua!
Muchas personas están viviendo ese mismo drama hoy en día. Y en sus corazones hay muchas preguntas, entre ellas la más triste: ¿Dios realmente existe? Y si existe, ¿por qué permite que pase por tamaña desgracia?
“Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto, y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera.Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.” (Génesis 21:15-17).
Mientras hubo agua, ella y el muchacho continuaban andando errantes por el desierto; pero, con la falta de agua llegaron la aflicción y la desesperación. Quiere decir que mientras no llegamos al fondo del pozo, soportamos todas las situaciones. Y entonces intentamos, con las fuerzas que nos quedan, salir de esa situación. Pero solamente cuando llegamos al fondo del pozo es cuando realmente despreciamos nuestros recursos y pasamos a depender de Dios.
Fue exactamente eso lo que hizo Agar. Para no ver la muerte del hijo, lo colocó bajo un arbusto y se quedó lejos de él. Levantó la voz y lloró mucho; mientras tanto, Ismael lloraba y gritaba por su madre. Ciertamente vio Dios que la simiente de Abraham clamaba desde la tierra y, por causa de él, la voz del muchacho alcanzó el trono de Dios.
Dios oyó la voz del muchacho, pero respondió a su madre,diciendo: “Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque Yo haré de él una gran nación. Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho.” (Génesis 21:18-19).
Una pregunta nos viene enseguida a la mente: ¿aquel pozo de agua ya estaba allí o Dios lo abrió en aquel momento? Tengo certeza de que estaba allí hacía mucho tiempo; ¡el tema era que la calamidad de Agar era tan grande, que ella simplemente no lograba verlo! ¡Y esa es justamente la situación de la mayoría de las personas! La solución de sus problemas está bien cerca; sin embargo, no logran verla. Las circunstancias muchas veces ciegan y crean un clima de duda. Y la duda genera los miedos, las preocupaciones, las ansiedades y finalmente, la depresión y la desesperación.
Tal vez sea mejor buscar la presencia de Dios para pedirle que los ojos sean abiertos a fin de ver la fuente de agua, en vez de pedir un poco de agua. No creo que Dios quiera solo atenuar la sed, o resolver un problema, sino que quiere convertirnos en la propia fuente de soluciones.
¡Ábrenos los ojos, Señor Dios Todopoderoso! Esa debe ser nuestra oración constante. Porque si tenemos nuestros ojos espirituales permanentemente abiertos y atentos, ¡veremos la solución para cada uno de nuestros problemas! Pero, desgraciadamente, muchos prefieren contar más con la visión física que con la de la fe. Ese es el motivo de las grandes dificultades de los desiertos de la vida.
Sí, el pozo estaba allí, junto a Ismael y a Agar; sin embargo, solo lo vieron cuando el Señor les abrió los ojos.Vea que Dios les abrió solamente los ojos, ¡no el pozo! Y es así que hemos visto a Dios obrar: Él nos abre los ojos y nos da la dirección, pero nosotros, y solamente nosotros, podemos seguir aquella dirección.
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(*) Fragmento extraído del libro, “En la Fe de Abraham” del obispo Edir Macedo.
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