“Y Él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”
(Mateo 14:29-31)
En un ímpetu de fe, Pedro obedeció la orden de Jesús y comenzó a caminar sobre las aguas. Sin embargo, al darse cuenta de la fuerza del viento, tuvo miedo. Pedro prestó atención a las dificultades. Atención es la “acción de aplicarle el espíritu a algo”. Pedro aplicó su espíritu a la fuerza del viento y dejó de aplicar el espíritu a la Palabra que Jesús le dio.
Si usted ha buscado a Dios, ya oyó el llamado de Jesús. Ya dio el primer – y más difícil – paso. Ya salió del barco. Ya está caminando sobre las aguas. Es su fe la que va a mantenerlo de pie, caminando hacia el Objetivo. Le toca a usted aplicar su espíritu en el Señor Jesús, ignorando la fuerza del viento. No hay alternativa para quien ya está caminando sobre las aguas, lejos del barco; caminando por la Palabra del Señor Jesús. O usted mantiene la fe y continúa la caminata, o duda y se hunde. Es vida o muerte. Vida, por la fe. Muerte, por la duda.
Esa elección tiene que ser hecha todos los días. Cada paso es tan importante como el primero. Aplique su espíritu a la Palabra de Dios. Los vientos se harán audibles; intentarán llamar su atención. Manténgase firme en la obediencia. Un paso a la vez. El viento prueba su fe. Pero aquel que cree no desvía su enfoque. Aplica su espíritu a Aquel que lo llamó, a Aquel que dijo “Ven”.
Recuerde: usted ya está sobre las aguas.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo