“Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Sus plumas te cubrirá, y debajo de Sus alas estarás seguro; escudo y adarga es Su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará.” Salmos 91.3-7.
Los beneficios destacados en este pasaje bíblico son para aquellos que están bajo el cuidado del Altísimo, bajo las alas de la Justicia. Estos están protegidos y pueden vivir tranquilamente.
La palabra “saeta”, que leemos en este pasaje, puede ser, actualmente, sustituida por bala, pues no son pocas las balas perdidas que han “volado” hacia un número cada vez mayor de inocentes. No es difícil entender por qué los que están bajo el cuidado del Altísimo reciben protección total, pues el Señor Jesús dijo que Él vino a traernos vida con abundancia, mientras que el diablo, para matar, robar y destruir.
Quien decide estar en tinieblas o salir de ellas es la propia persona. Solo ella puede decidir su futuro, trazar su camino. Obviamente, usted no puede solo desear eso. Tiene que tomar la actitud de dejar el error, el pecado.
Cada uno es dueño de su propia vida y responsable por las decisiones que toma. Así que, cuando alguien decide tomar un rumbo en dirección a la justicia, Dios se dirige a su encuentro, inmediatamente, para hacerlo feliz. Todos queremos la felicidad, pero solamente aquellos que deciden seguir el camino de la justicia tienen el apoyo de Dios para revertir las situaciones adversas.
Por eso Jesús dijo: “(…) Yo he venido para que tengan Vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10). Usted ha vivido bajo la autoridad del diablo – que vino para matar, robar y destruir – y ha visto la vida, los bienes afectivos y materiales agotarse de a poco, sepa que Dios está listo para interferir, siempre que usted deje la mala vida. Es necesario que reflexionemos sobre la palabra que el Señor Jesús les dijo a los fariseos:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.” (Mateo 23:23). El trípode de la Salvación es este: justicia, misericordia y fe. Cuando tomamos la actitud de vivir en la justicia, damos “a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Eso significa que si tenemos que pagar impuestos, paguemos impuestos; si tenemos que pagar el diezmo, paguemos el diezmo al Señor. Caminemos correctamente.
Cuando actuamos así, tenemos el derecho de reclamarle al Juez Justo nuestros derechos, los beneficios de la justicia. Sin embargo, aunque sea religioso, frecuentador de la iglesia, aunque dé el diezmo, si vive a escondidas, en la prostitución, en el error, ¿cómo le puede exigir a Dios que Él sea justo? No hay lugar para tal cosa. Medite en las palabras del Señor Jesús a los fariseos; Él los llamó hipócritas. Usted no puede solo cumplir parte de la justicia, es necesario cumplirla totalmente. De lo contrario, abrimos un precedente para que el diablo nos acuse delante de Dios.
Es necesario que la persona abandone definitivamente el camino engañoso y vaya hacia la vida correcta. La persona que trabaja tiene derecho a apelar, por la fe, a las bendiciones prometidas en la Palabra de Dios. Para esto, ella necesita cumplir la ley, seguir los mandamientos y la fe. Así como tenemos derechos, tenemos obligaciones con Dios.
Algunos pueden manifestar la fe y conquistar beneficios. Sin embargo, si la persona no mantiene una vida recta, en el futuro perderá lo que conquistó. Para que eso no suceda, manténgase en la justicia, dando a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.
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