Cuando una persona forma una pareja, lo hace normalmente basado en un interés común. En el caso de Sabrina Rodríguez y Damián Gómez, lo que los unió fue la adicción a las drogas.
“Fui abusada de chica, crecí en un ambiente lleno de peleas y humillaciones, dentro de casa me sentía muy mal, insegura y por eso busqué en mis amigos la contención que me faltaba en el hogar. Con ellos probé la marihuana, luego las pastillas y tomaba alcohol hasta quedar inconsciente.
Era soberbia y muy violenta, quien me veía pensaba que me llevaba al mundo por delante, pero por dentro sentía un vacío muy grande, era muy insegura, no creía que alguien me quisiera y por eso empecé a querer llamar la atención haciéndome adicta. Cuando consumía estaba bien, pero cuando pasaba el efecto me daba cuenta de que estaba devastada por dentro”, dice Sabrina.
Al conocer a Damián, empezaron a consumir juntos: “Los vicios nos unieron, porque él también consumía marihuana, cocaína, cigarrillos y pastillas. Nos aferrábamos a la droga para evadir la realidad. Nuestra situación económica era pésima, la poca plata que conseguíamos la gastábamos en drogas, consumíamos un cuarto de kilo de marihuana por semana; dentro del presupuesto de la pareja teníamos la plata separada para comprar drogas.
Al tiempo quedé embarazada, y aunque sabía que drogarme era perjudicial para mí y para el bebé, lo seguía haciendo, no me importaba”, reconoce.
La situación estaba cada vez peor. A las adicciones y la falta de empleo de Damián se le sumó el nacimiento de su primera hija, que complicó aún más las cosas: “No teníamos para comer, para los pañales de la nena, para la leche, pero siempre había droga en casa. Era una miseria desesperante, que me ponía violenta, le echaba la culpa a mi esposo y llegué a intentar acuchillarlo en un ataque de nervios.
Nuestra casa era un aguantadero, todos los que no encontraban un lugar para drogarse venían a casa, por eso nunca nos faltaba droga, para mi hija era normal vernos con un cigarrillo de marihuana en la boca”. Esa angustia provocó que Sabrina pensara en suicidarse: “No veía salida para los problemas. Intenté matarme tres veces, tomando veneno para ratas, tomando medicación con alcohol, y la tercera, cortándome las venas”.
Ya casi al borde de la muerte, desesperados y sin un horizonte, Sabrina conoció el Tratamiento para la Cura de los Vicios: “Gracias al Tratamiento hace ya tres años que no consumimos absolutamente nada. Tenemos otra conciencia, cambió nuestra forma de ver al vicio, sabemos que no es algo necesario para ser felices.
Mi familia está muy bien, nuestro carácter cambió, no nos peleamos más, nuestros hijos se están criando en un ambiente sano, nos ven luchar para salir adelante. Nos amamos, somos un matrimonio completamente diferente, quien nos conocía no puede creer el cambio que tuvimos”.
Participe usted también de la reunión de la Cura de los Vicios y compruebe en su vida o en la de un ser querido que existe una salida para este mal. Lo esperamos este domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070, Almagro.
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