“Y el SEÑOR dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?”
(Josué 7:10)
La orden de Dios fue directa. ¡Levántate, Josué! ¿Por qué te postras así sobre tu rostro? Se puede notar la indignación de Dios por aquella actitud. Josué se estaba sintiendo derrotado, sin entender por qué había perdido una batalla, siendo que Dios había prometido estar con él.
Dios le responde ordenándole que se levantara y dejara de lado el sentimiento. Perdieron la batalla porque desobedecieron. No anduvieron de acuerdo con lo que Él había dicho, e inmediatamente, fueron derrotados. Simple. La victoria está condicionada a la obediencia. Si hubieran quitado del medio del pueblo las cosas condenadas, hubieran vencido todas las guerras.
Entonces, la dirección de Dios fue, en otras palabras: levántate, deja de lamentarte y ve a hacer algo para reparar esta situación. Si el pecado entró en el campamento, quita el pecado del campamento. Dios mandó a Josué a que dejara de quejarse y partiera hacia la acción.
Si usted está postrado, ¡levántese ahora! ¿Para qué estar postrado sobre su rostro si puede levantarse y resolver esa situación ahora? Si el problema fue un pecado, arrepiéntase, pida perdón y no vuelva a practicarlo, no se torture por lo que pasó. Si el problema fue una duda, una inseguridad, una vacilación; entonces fortalezca su fe y vuelva a la batalla.
Analice su situación y no se permita estar postrado. Cuando hay indignación, hay respuesta. Cuando se ejercita la fe, hay respuesta. Cuando hay postración y lamentaciones de derrota, existe la indignación de Dios y la respuesta es: “¿Por qué estás postrado? ¡Levántate y haz lo que es correcto!”
No se quede postrado. Ponga en acción su fe.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo