Iglesias de Esmirna y Filadelfia. La primera se hizo notar a causa de las obras, de las tribulaciones y de las dificultades económicas; el secreto de la riqueza espiritual de la segunda fue la obediencia a la Palabra del Señor Jesús y el mantenimiento de la fe en Su Nombre en medio de las persecuciones mortales.
Donde hay trigo, ciertamente habrá cizaña. Así fue con la Iglesia de Esmirna y de Filadelfia. En medio de ella nació la sinagoga, no la de los verdaderos hijos de Israel, sino la de Satanás. Este tipo de congregación suele surgir en medio de la verdadera congregación de los santos. Su objetivo: engañar a los inmaduros en la fe.
Son personas malintencionadas que surgen de la nada, vestidas de “espirituales” –se ocupan de mostrar lo que no son. Hipócritas de título, proféticamente ya condenados, conforme Mateo 23, quieren trabar el camino de los que quieren la Salvación. No obstante, incluso teniendo apariencia “espiritual”, citando fragmentos bíblicos para impresionar, aun así son simuladores.
Su objetivo es sembrar discordias y rebeliones para intentar destruir desde adentro a esa congregación ejemplar. Fue lo que sucedió con las dos Iglesias impecables. Observe que las demás corrompidas ni siquiera necesitaban una sinagoga satánica porque ya estaban contaminadas con otros pecados.
Un consejo para no formar parte de la sinagoga de Satanás: Después del bautismo con el Espíritu Santo, el paso más importante en la vida por la fe es el casamiento. Invierta en él. Pídale a Dios que le señale a la persona indicada. En el caso de que esté casado, luche con Dios por esa unión hasta agotar sus fuerzas. Lo importante es formar la cruz: el casamiento con el Espíritu Santo y el casamiento con alguien de Dios.
“Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.”, (Apocalipsis 2:9).
“He aquí, Yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, Yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que Yo te he amado.”, (Apocalipsis 3:9).
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