¿Cuántas personas viven sumergidas en el sufrimiento y no logran salir de él? Ellas se convirtieron en esclavas de sus sentimientos y piensan que los problemas van a dominarlas. Por causa de las emociones, creen que serán infelices para siempre, pues solo logran ver injusticia en su trayecto. Muchas piensan que sería mejor no haber nacido, ya que no le ven sentido a su vida.
Priscila Moreira, de 21 años, (foto de al lado) se sentía así. Por estar creciendo en un hogar con problemas y tener una vida desestructurada, ella se sentía esclava de aquella realidad. “Pasé muchas necesidades en mi infancia, al punto de tener que buscar en la basura para comer. Soñaba con un futuro diferente, pero conocí las drogas y mi cabeza cambió totalmente. Me volví una persona vacía. Perdí la esperanza de que un día aquella situación cambiaría”, recuerda.
Ella quedó embarazada y todo empeoró, ya que tendría que criar a un hijo sin tener ninguna estructura y siendo menor de edad. Por no tener perspectiva de futuro, comenzó a prostituirse a los 18 años. “Había un vacío muy grande en mi interior y no tenía paz. Vivía perturbada, perdí la confianza de mi familia y nadie creía en mí, ni yo misma”, relata.
Se involucró aún más en ese mundo. Comenzó a administrar a otras prostitutas y a relacionarse con el traficante que comandaba el barrio. Se convirtió en adicta a las drogas y perdió el control de su vida. Por causa de las drogas vivió su peor momento: después de consumir una gran cantidad de cocaína, sufrió una sobredosis.
“Fue por la misericordia de Dios que no morí, pero, aún así, no recapacité. Volví a la misma vida y fui amenazada de muerte por los traficantes. Por causa de la sobredosis, tuve tres ataques cardíacos”, revela. Hasta que, cuando tuve el cuarto ataque cardíaco, recordó lo que Dios podría hacer en su vida, porque ya había frecuentado la Universal en la infancia.” Cuando estaba en el fondo del pozo, me di cuenta que solo Jesús podría cambiar mi vida y volví a buscarlo”, dice.
La joven comenzó a tener fuerzas para librarse de los vicios, pero solo logró cambiar cuando renunció a todo lo que la conectaba al pasado. Ella tuvo que vencer los pensamientos malos, el pesimismo y la baja autoestima. “Tuve mi encuentro con Dios y hoy vivo en paz. Si fuera otro momento, necesitaría drogas para tener unos minutos de alegría. Recuperé la confianza de mi familia y principalmente aprendí a amarme y amar a las personas a mi alrededor”.
Este viernes
Reunión de Liberación
Libérese de lo que le impide proseguir. Todos los viernes a las 8, 10, 16 y 20h, en la Universal más cercana a usted. Para saber las direcciones ingrese aquí.
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