Raramente los hijos de Dios piensan en las bendiciones Divinas de manera ilimitada. La mayoría de las veces, hablan de ello y hasta creen en esa posibilidad por estar escrito en la Biblia. Pero, en la práctica, para ellos, esto es un sueño irrealizable. No porque Dios no pueda realizarlo, sino por ellos mismos.
Eso ocurre porque la falta de visión de la grandeza de Dios ha atado la fe de muchas buenas personas. Gente que permanece en la expectativa de una profecía particular o incluso de una “revelación” en un sueño.
Dios no tiene el interés de hacer cosas pequeñas. Él no puede hacer eso por Su propia naturaleza. Utilizando un lenguaje más informal, yo diría que “queda mal” que un Dios tan grande haga cosas pequeñas.
Por otro lado, según Su proyecto Personal, Dios necesita socios en este mundo, para realizar Su grandiosa obra. Cuando Él encuentra a alguien fiel y dispuesto a todo para poner en práctica Su inspiración, es imposible que no sucedan cosas grandes y monumentales para toda Su honra y gloria.
Así fue con Noé, Abraham, Isaac, Israel, David, Elías, Eliseo, en fin, con todos los grandes héroes de la fe del pasado. Dios los usó en sus respectivas épocas. Pero Él, ¿a quién quiere usar en los días de hoy? Solo aquellos que están dispuestos a depositar todo lo que son, todo lo que pretenden ser y todo lo que tienen o pretenden tener en Su Altar. Quien tuviera esa calidad de fe para dar, recibirá la plenitud de lo que Él es y tiene.
Lo que quiero decir es que no hay límites para los que creen en el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel. Además, si los hijos de las tinieblas son capaces de glorificar al diablo, haciendo cosas grandes en este mundo, una mayor obligación tienen los hijos de Dios.
Nadie depende de nadie, mucho menos de la condición social o intelectual para ser alguien en este mundo. Está escrito que “… lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte…” (1 Corintios 1:27).
Cada uno tiene su propia fe y la usa según el coraje y la determinación que tiene. Y eso es lo que hace la diferencia entre cristianos y cristianos. El Señor dijo: “… porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.” (Lucas 6:38)
De la misma manera como se ofrece en el altar de Dios, también se recibirá. La persona que ofrece solo una parte de sí misma no puede esperar todo de parte de Dios. Así como no es justo el hecho de ofrecer todo de sí mismo y solo recibir una parte de Dios. El Señor no puede cometer injusticias. Cada uno es justificado o merecedor de acuerdo a su propia fe. Por lo tanto, usted recibe según lo que da.
Quien tiene coraje para entregarse, reúne méritos para recibir el premio del Galardonador. Eso fue exactamente lo que ocurrió con Zaqueo, Jesús no le pidió nada, pero él por libre y espontánea voluntad, le dio todo lo que tenía. El Señor, inmediatamente, recompensó a Zaqueo con la Salvación eterna.
Ningún cristiano frío, tibio, caído o fracasado puede culpar a terceros por estar así. Cada uno es responsable de sí mismo ante Dios. Cada uno recibe de acuerdo a la propia fe asumida y practicada.
El Señor también enseña que el Reino de Dios es tomado por violencia, y solo los valientes toman posesión de Él. Los creyentes indolentes, perezosos y acomodados quedan afuera. Eso sucede porque quedan en la expectativa de sentir la fe.
Pero la fe no forma parte del alma, sino del espíritu. La fe sobrenatural solo es firme en la Palabra de Dios con inteligencia, no con sentimientos ni con emociones. Y quien permanezca esperando sentir fe para tomar una actitud, morirá esperando.
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