La podóloga Izabel Cristina Bizerriel, de 43 años, (foto de al lado) contrajo el virus del Zika en Salvador (Brasil) donde vive. Lo que no era más que un simple ataque de un insecto causó problemas que, al parecer, la conducirían a la muerte. Como consecuencia del zika, ella tenía una encefalitis viral fuertísima, una inflamación del cerebro que afectó a todo su sistema nervioso y descontroló su cuerpo.
Izabel, que unos días antes estaba completamente normal, de repente se debatía sin control, al punto de necesitar varias personas para agarrarla, porque temían que se lastimara. Además de eso, se le hinchó completamente el cuerpo y eso la desfiguró. También perdió la vista y quedó ciega. Y más: no podía hablar. Cuando la llevaron al hospital, los médicos pensaron que se trataba de una paciente con problemas psiquiátricos, por su gran descontrol emocional.
Incluso bajo tratamiento en el hospital, los síntomas empeoraron. El cuerpo se hinchó más y los dolores aumentaron. Los movimientos desordenados también y la tuvieron que atar a la cama: “Era como si estuviese poseída”, cuenta.
Como su cuadro clínico empeoraba, tuvo que ser internada en terapia intensiva y estaba en coma. Fueron cinco días dependiendo totalmente de aparatos y remedios para que se mantuviera viva.
Contra las expectativas
Como ella no podía hacer nada, su hermana, Ana Paula, tuvo que actuar. Comenzó a luchar por medio de su fe por Izabel en las reuniones de Cura, que suceden en la Universal. Aun con la atención de los médicos y los recursos hospitalarios, Ana le llevó a la hermana el agua del tratamiento que recibía en la reunión.
Ana Paula no se dejaba decepcionar por los resultados presentados por los médicos, que hacían varios exámenes y a pesar de los esfuerzos, no lograban obtener una mejoría en la salud de Izabel. Ellos decían que la podóloga podría no regresar del coma y, en el caso que regrese, tendría que convivir con varias secuelas, ya que todo el lado derecho del cuerpo estaba paralizado. Ella tendría muchas dificultades: no podría caminar sin ver y tendría dolores en las articulaciones, entre otras.
Sin embargo, en esta etapa, otros familiares se juntaron con Ana Paula y luchaban por Izabel en las reuniones de la Universal.
Entonces, Izabel – que los médicos creían que no se levantaría de la cama o que, si se levantaba, no sería capaz de caminar – comenzó a llamar la atención de los profesionales. Se despertó del coma y, de a poco, comenzó a dar señales de que oía a las personas que intentaban comunicarse con ella. Volvió a ver y su cuerpo entero reaccionaba progresivamente. Quiso intentar levantarse y caminar por el cuarto y la evolución era real. En menos de un mes, recibió el alta.
“El médico que me cuidaba me dijo que mi recuperación fue un milagro, porque mi estado era grave y no había expectativa de cura. Él también me comentó que muchas personas que pasaron por la misma situación no lograban tener una vida normal después”, contó Izabel. “Hoy, tengo salud y trabajo. Mi cuerpo es fuerte”, relata.
Más allá de lo físico
Y la recuperación no fue solo física. Sucedió en varias áreas. Los familiares de Izabel continúan yendo a la Universal, porque vieron la diferencia que la fe operó en la vida de alguien tan querida por ellos. Y si antes la podóloga trabajaba para una empresa, después de su cura obtuvo su negocio propio. “No quise seguir siendo empleada. Veo que mucho de lo que sucedió fue por envidia de las personas que trabajaban conmigo y que se preguntaban “¿por qué todo el mundo cae y ella no?” De tanto oír decir eso y no tener cuidado, terminé cayendo realmente. Pero me levanté mejor que antes, soy empresaria y Dios me ha honrado”, finaliza.
La reunión que se realiza los martes es para todos los que luchan por su sanidad y también para los que interceden por un familiar, como fue el caso de Ana Paula, que participó por su hermana. Para conocer la dirección de la Universal más cercana a usted ingrese aquí.
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