“Porque por fe andamos, no por vista.”
(2 Corintios 5:7)
Quien piensa que puede andar por la fe y por sus ojos naturales al mismo tiempo está muy engañado. O andamos por la fe, o por lo que vemos. Las dos cosas no pueden caminar juntas. O le da crédito a la palabra de duda, o le da crédito a la Palabra de Dios. ¿Las dos cosas al mismo tiempo? ¡Imposible!
La fe exige exclusividad. El Espíritu de la fe no comparte espacio con el espíritu de la duda. O la mente está propicia a ver con los ojos de la fe o está propicia a ver con los ojos naturales. No hay término medio. No existe medio aquí, medio allá. O ve lo imposible, o no lo ve. O ve positivamente, o ve negativamente. O es ladrillo, o es barro.
Las dificultades del día a día nos fuerzan a mirar las circunstancias. Por eso mismo es importante vivir por la fe. Si usted solo usa su fe en los momentos extremos, ¿cómo se acordará de usarla cuando una situación surja sin previo aviso? Usted siempre va a usar el recurso que esté más acostumbrado a usar. Si es la fe, va a usar la fe. Si es la fuerza del brazo, va a usar la fuerza del brazo. Si es la ayuda de las personas, va a usar la ayuda de personas.
Su primer recurso inevitablemente será el que esté a mano. Si está habituado a usar la fe en las pequeñas cosas, la usará también en las grandes. No subestime el poder del uso de la fe inteligente. No subestime el poder de andar por la fe. No subestime la importancia de mirar siempre con los ojos de la fe. No dice “Mi justo andará por la fe solamente adentro de la iglesia” o “Mi justo vivirá por la fe, pero cuando la cosa sea urgente”. ¡No! “Mi justo vivirá por su fe”. En todo tiempo. En cualquier situación.
Cree el hábito de vivir por la fe inteligente.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo