Un tal Ananías y su esposa, Safira, trataron de engañar a Dios. Al ver que otros vendían sus pertenencias y las donaban a los apóstoles para que las repartieran entre los que más necesitaban, la pareja también quiso ser beneficiada delante de Dios, pero haciendo las cosas a su manera:
“Vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo solo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.” (Hechos 5:1,2).
Cuando se les preguntó sobre el valor de la propiedad vendida, Ananías y Safira afirmaron que era lo que estaban donando. O sea, Le quisieron mentir a Dios, obtener la Gracia alcanzada por otros que donaron todo lo que tenían.
Pedro, el apóstol que lideraba aquella situación, supo en el mismo momento lo que estaba pasando:
“Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.” (Hechos 5:3,4).
Y allí mismo, tanto el mentiroso como la mentirosa expiraron.
¿Por qué mentir?
Ananías y su esposa estaban dispuestos a dar un sacrificio a Dios. Como dijo el propio Pedro, podrían haber permanecido con la propiedad, o haberla vendido y quedarse con el dinero. Ni Dios ni Sus obreros obligaron a la pareja a hacer ninguna donación. ¿Por qué mintieron entonces?
“Ellos querían demostrar una cosa que no eran”, afirma el obispo Júlio Freitas, en su blog. “Es decir, había hipocresía, falsedad y religiosidad.”
Muchas personas, hoy en día, se esconden detrás de obligaciones para fingir ser quien no son. Según el obispo, ellas hacen sus ofrendas, evangelizan, leen la Biblia, pero siempre a su manera, no como la Palabra indica. Lo hacen con disgusto o “cuando tienen tiempo libre”. Ellos creen que, incluso de esta manera obtendrán los favores de Dios. Pero Él no necesita ese tipo de actitud.
“Por eso, no intente comprar las cosas de Dios, ni hacer las cosas a su manera, ni intente engañarlo, porque Él no necesita nada”, afirma el obispo.
Al contrario, quien Lo necesita es el hombre, por eso es necesario que venza su hipocresía, su orgullo, su desánimo, su deuda. Es necesario entregarse totalmente en la fe.
“¿La pareja bíblica tenía esa necesidad? No. Porque nosotros no somos obligados a nada. Pero si vamos a hacer cosas para Dios, tienen que ser hechas con temor, fe, devoción y cariño, y no por imposición u obligación, porque Dios ama al dador alegre”, concluye el obispo Júlio.
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