“(…) prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
(Filipenses 3:14)
En la lectura apresurada de la Biblia, las palabras claves son desperdiciadas, lo que causa cansancio y pérdida de interés, haciendo que la liberación sea aún más difícil. Al meditar en la Palabra de Dios, se debe tener en cuenta el contexto y las palabras claves. Vamos a ejercitar eso hoy.
Pablo tenía una perfecta conciencia de la grandeza de ser hijo de Dios. Consideró eso como la más alta y más excelente condición de los nacidos del Espíritu. Invertía todas sus fuerzas, todo su entendimiento y toda su vida en esa fe. Y confesó: “(…) prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).
Supremo Llamamiento: Se trata de alguien llamado, escogido y regenerado (nacido de nuevo) para asumir la imagen del Altísimo en este mundo. Solamente el Autor de la Vida y Autoridad Suprema de los Cielos y del Universo tiene el poder para elevar a la criatura inferior (ser humano) a la condición de hijo de Dios (superior).
En este otro versículo, un término más llama la atención:
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…” (1 Pedro 2:9)
Linaje escogido: Es obra exclusiva del Espíritu de Dios.
Lamentablemente, no todos los que han confesado la fe cristiana poseen el privilegio del llamamiento supremo y son considerados linaje escogido. Sin embargo, los nacidos del Espíritu de Dios, los que han perseverado en la fe para la conquista del premio de la condición de linaje escogido, supremo llamamiento o hijo de Dios saben que “tenemos Este Tesoro en vasos de barro, para que la Excelencia del Poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). Este tesoro es el propio Espíritu de Dios.
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Al meditar en la Palabra de Dios, esté atento a los términos principales.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo