Santiago Zerrisuela tenía un futuro prometedor, jugaba en las inferiores de uno de los clubes más grandes del país y su vida giraba en torno al deporte, pero ese sueño se truncó. “Mi vida era el ambiente del fútbol, era arquero, pero una lesión me sacó de las canchas. Tuve lumbalgia, perdí la titularidad y dejé de jugar. Empecé a salir con amigos y a los 12 años probé el primer cigarrillo. Antes me negaba porque hacía deporte, pero me insistieron y terminé aceptando”.
El alcohol fue el segundo escalón, hasta que finalmente empezó a fumar marihuana: “Me separé de mis amigos de la escuela y pasé a juntarme con los pibes del barrio. No me dejaban consumir marihuana porque yo era chico, tenía 15 años, hasta que tuve plata y compré; veía que ellos la pasaban bien y por eso quise fumar también. Me parecía que si fumaba porros iba a tener más éxito con las chicas, que iba a parecer más grande”.
Todo lo que Santiago hacía estaba acompañado de la marihuana: “Nos juntábamos a jugar videojuegos y fumábamos marihuana, salíamos del colegio y también fumábamos, para comer tenía que fumar sino no se me abría el apetito. Un día, los pibes cayeron con cocaína y me dieron a probar, me hice readicto”, reconoce.
Su familia veía que Santiago se estaba perdiendo, pero no podían hacer nada para ayudarlo. “Mi mamá me abandonó cuando yo tenía ocho meses, y a mi papá lo mataron cuando yo tenía 4 años. Me crié con mi abuela. Ella se daba cuenta de que algo raro pasaba porque yo llegaba a casa con los ojos rojos, me preguntaba qué me había pasado y así empezaba la discusión. Ellos buscaban mi bien, pero yo no les daba bolilla, prefería escuchar a mis amigos. Buscaba una salida, pero no la encontraba, incluso le pedí a mi abuela que me interne y ella no quiso”.
“En un momento me ofrecieron vender droga, estaba metido con gente pesada. Me estaba interesando la idea, pero no me terminaba de gustar. Por un lado, pensaba en la plata, los autos y las mujeres que podría tener, pero por otro lado sabía que estaba mal.
Lo último que consumí fue paco. Estaba en una fiesta, muy tomado y, para despertarme me ofrecieron paco. Al fumar sentís que estás encerrado, súper perseguido. Al día siguiente me arrepentí, pero era tarde, una semana después ya estaba comprando y consumiendo. Fueron seis meses con esa droga, vendí mi ropa, cosas de la casa para poder comprar. Llegué a venderle la garrafa a mi tía. Cuando estaba sobrio, no veía salida, sabía que iba a terminar muerto, baleado, ese era mi destino. Salía a la calle pensando que iban a matarme”, confiesa Santiago.
Pero la salida llegó cuando conoció el tratamiento de la Cura de los Vicios. “Me invitaron unos compañeros de la escuela a jugar al fútbol, fui y me llevaron a la iglesia. Al principio no me gustó, pero me hizo bien. Empecé a participar del Tratamiento, me entregué a Dios de a poco y fui dejando las drogas. Hoy estoy libre de las adicciones, no consumo nada, estoy trabajando, estudio, mi familia está muy contenta porque vio mi cambio, incluso la gente que me ve en la calle no puede creer lo que me pasó”.
Participe usted también de la reunión de la Cura de los Vicios y compruebe en su vida o en la de un ser querido que existe una salida para este mal. Lo esperamos este domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070, Almagro.
[related_posts limit=”17″]