“Porque para Dios somos grato olor de Cristo (…)”
(2 Corintios 2:15)
Mientras que está en el frasco, el perfume puede ser visto. Después que es esparcido por el cuerpo, usted no lo ve más, pero puede sentir su aroma. Los que son verdaderamente de Dios exhalan el perfume de Jesús. No solo en la simpatía, no solo en la honradez, sino en su carácter. El perfume de Jesús es exhalado a través de los que son correctos, que cumplen con sus deberes, que toman en serio el compromiso asumido con su palabra. Quien es de Dios tiene este carácter, tiene este perfume.
No sirve de nada llegar a la iglesia, levantar las manos, decir que ama a Dios, leer la Biblia, si allí afuera no pagamos los compromisos al día, no honramos nuestra palabra. ¿De qué sirven las alabanzas a Dios si el comportamiento es malo? Cuando la persona es de Dios, es correcta en sus negocios, en su carácter, en su manera de ser. Cuando la persona es de Dios, tiene un perfume que muestra que es de Dios de hecho y de verdad: su carácter.
Creo que Dios instituyó los diezmos y las ofrendas justamente para probar ese carácter. Los diezmos son los primeros frutos. Dios no necesita dinero. Dios no necesita nada. Pero cuando instituyó los diezmos y las ofrendas, lo hizo para que nos probemos a nosotros mismos. Para que Le mostremos quiénes somos; si cargamos el sello de la fidelidad o si cargamos el sello de la infidelidad.
Sin embargo, la fidelidad en los diezmos y en las ofrendas es parte integrante de un carácter de acuerdo con el carácter de Dios. No trae resultados si es fruto de una mera costumbre religiosa o una formalidad vacía. Concurrir a la iglesia, dar ofrendas, pero no honrar sus compromisos hacia su prójimo no valen nada. Dios manda a amarlo sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. ¿Cómo puedo amar a mi prójimo si lo engaño?
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Analice su carácter a la luz del carácter de Dios.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo