Tener nuestra propia huerta no requiere de grandes espacios, podemos adecuarla según nuestras necesidades y posibilidades y nos permitirá múltiples beneficios como comer más sano, sin agroquímicos, pesticidas y conservantes, además del ahorro económico de cultivar nuestro propio alimento.
Para empezar, necesitamos definir el lugar donde vamos a ubicarla, que puede ser tanto en el balcón de un departamento, en un sector del jardín de casa o hasta en la cocina o lavadero. Si es un jardín separaremos en canteros (se recomienda que tengan un metro cuadrado) teniendo en cuenta plantar una variedad o dos en cada uno, clavando una estaca en cada esquina y uniéndolas con hilo.
Deben separarse los canteros 40 cm para poder circular. En caso de armar la huerta en un departamento debemos utilizar macetas, éstas deben tener una altura mínima recomendable de 30 cm para las hortalizas de hoja, y de 50 cm para las de fruto y raíz como tomate o zanahoria. El material de la maceta puede ser cualquiera: plástico, metal, terracota, cemento, fibrocemento, cerámica o hasta podemos reciclar cajones de madera de las verdulerías colocando un film en su interior, baldes en desuso, heladeras de playa de plástico o telgopor.
Teniendo sol directo por 5 o 6 horas con orientación norte en el balcón se puede cultivar prácticamente cualquier tipo de hortaliza. Las verduras de hoja como lechuga, rúcula o espinaca requieren menos tiempo, unas 3 horas. Con menos horas de sol pueden cultivarse plantas aromáticas, como albahaca, perejil o romero. Para aprovechar mejor el sol deben orientarse los canteros de norte a sur.
No todos los cultivos necesitan la misma cantidad de agua, por eso es conveniente agruparlos según sus requerimientos. Es recomendable al regar, que no se mojen las hojas. Se puede armar un sistema de riego por goteo con una manguera perforada a lo largo del cantero o conseguir un temporizador a pila para enroscar en la canilla o también utilizar una regadera común.
El uso de abonos orgánicos va a ayudar a enriquecer la tierra. Se puede hacer con cáscaras de huevo, restos de papas, estiércol, cenizas, restos de frutas, etc. sobre la tierra en forma pareja y luego se riega. Otra manera es hacer compost con restos vegetales.
Tener una huerta en casa une a la familia, ya que es una actividad que pueden hacer todos juntos y a los niños les encanta, también tenemos alimentos sanos y naturales hechos por nosotros mismos y, por último, aumenta nuestro contacto con la naturaleza, los aromas de las flores, el verde de las plantas que le da vida a los espacios, la paz de la huerta y el cuidado que necesita, pueden ser un gran cable a tierra en momentos de estrés. Además según la superficie que dispongamos, la huerta orgánica se puede pensar tanto para consumo familiar como emprendimiento.
Generando nuestro propio alimento colaboramos en el cuidado del medioambiente y mejoramos nuestra alimentación y calidad de vida.
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