“Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. (…) Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.”
(1 Corintios 9:19;22)
Todo el esfuerzo de Pablo para con todos fue para salvar a algunos. Él tenía la conciencia de que no todos serían salvos. Este es también nuestro esfuerzo en los días de hoy: mostrar al Señor Jesús a todos, pero sabiendo que solo salvaremos a algunos.
¿Y quién será salvo? Solo puede ser salvo aquel que se encuentra perdido y decide renunciar a su vida por la vida de Dios. Renunciar a todo. Renunciar a su voluntad por la voluntad de Dios; a su independencia, por la dependencia de Dios; estableciendo con Él un pacto, una alianza de entrega total, de sacrificio perfecto, de obediencia a Su Palabra.
Solamente los que acepten lo términos del contrato tendrán el derecho a la vida eterna. Se harán escogidos los aprobados; se harán aprobados los que pasen la prueba; pasarán la prueba los que perseveran hasta el final; perseverarán hasta el final los que creen; creerán los que se entreguen.
No todos, lamentablemente. No todos oirán. Fuimos llamados para las ovejas perdidas, pues no hay cómo salvar a quien no se encuentra perdido. Todos quieren los beneficios del resultado, pero no todos están dispuestos a pagar el precio de la caminata. La puerta estrecha. El camino apretado. Esfuércese para estar entre los pocos que se harán escogidos. No hay nada más precioso.
Luche para estar entre los pocos que serán salvos.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo