“Muchos buscan el favor del príncipe; mas del SEÑOR viene el juicio de cada uno.”
(Proverbios 29:26)
Quien vive por la fe no puede depender de los favores del gobierno. Quien vive por la fe no puede depender de los favores de ningún hombre. Usted puede, claro, tener la ayuda de otras personas, pero depender, solo de Dios y de su fe.
Abraham lo sabía. Ante una ofrenda del rey de Sodoma, él tuvo una actitud que sirve de ejemplo para aquel que pretende continuar viviendo de su fe. “Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano al SEÑOR, Dios Altísimo, Creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram.” (Génesis 14:22-23)
No aceptar la ofrenda del rey de Sodoma no fue una actitud de orgullo. Abraham simplemente no quiso facilidades. No quiso correr el riesgo de que la gloria que era de Dios, por haberlo enriquecido, fuera a parar a otra persona. Más adelante, ciertamente el rey de Sodoma hubiera podido decir: “Ah, ¿Abraham? Él está así de bien porque yo lo ayudé”. Abraham dependía solo de Dios. Y quería que todos lo supieran. No hay otra manera de vivir por la fe sino es por medio de la entrega total, de la dependencia exclusiva del Altísimo. Quien depende exclusivamente de Dios está seguro. No necesita temer el cambio de gobierno, no necesita temer la opinión ajena. Solo basta mantenerse en la disciplina de la Palabra de Dios. En todos los momentos, busque el favor de Dios – y solo el de Él. Depender de Su justicia es la única garantía de prosperidad e independencia.
Usted puede incluso tener ayuda de otras personas, pero no dependa de nadie más, además de Dios.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo