“No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.” (Juan 7:24)
Pero, ¿cómo no juzgar según la apariencia, si solo podemos ver la apariencia? La única manera de juzgar según el justo juicio es juzgar de acuerdo con la Palabra de Dios.
El justo juicio es la Palabra de Dios. El Señor Jesús no estaba autorizando acusaciones personales, sino orientándonos a analizar todo de acuerdo con Su Palabra. Juzgar actitudes, y no personas. Evaluar situaciones; evaluar nuestras reacciones para hacer las elecciones correctas.
No permitir que lo que no estuviera de acuerdo con la Palabra de Dios permanezca en nuestra vida. No dejar cosas malas en nuestro medio, pero no juzgar según lo que vemos, sino bajo la luz de Su Palabra. Esta es la diferencia entre el religioso y aquel que es de Dios. El religioso juzga a las personas. Señala con el dedo, esparce acusaciones. Ve la paja en el ojo de los demás, pero ignora la viga que hay en su propio ojo. Quien es de Dios no está preocupado en acusar a los demás, ni en interpretar lo que ve. Su mente está enfocada en obedecer a Dios y combatir el buen combate de la fe, día a día.
Para eso, usa su inteligencia. Analiza todo, juzga todo bajo la luz de la Palabra de Dios. Si está de acuerdo con la Palabra, puede entrar a su vida. Si no está de acuerdo con la Palabra, no puede entrar a su vida. Si encuentra a alguien con apariencia de cristiano, pero que habla mal de los demás, quien es de Dios inmediatamente se aparta. No le da continuidad a las conversaciones contrarias al carácter de Dios. Si recibe una propuesta contraria a su fe, quien es de Dios la analiza y la rechaza, pues, para él, mucho más importante es su salvación.
Esta debe ser su actitud en este mundo hostil. Manténgase atento para analizar todo bajo la luz de la Palabra de Dios.
Sepa analizar por la Palabra de Dios, para mantenerse en el camino de la justicia.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo