La Biblia relata un hecho ocurrido entre un hombre de Dios y un profeta viejo. El hombre de Dios había recibido del Altísimo una misión en la que debería seguir con disciplina las instrucciones dadas por el Altísimo:
“Porque así me está ordenado por palabra del Señor, diciendo: No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el camino que fueres. Regresó, pues, por otro camino, y no volvió por el camino por donde había venido a Bet-el.” 1 Reyes 13:1
Después de cumplir la misión designada, volviendo por otro camino, según lo que Dios le había ordenado, el hombre de Dios se encontró con el profeta viejo, que lo convenció a volver con él y comer pan en su casa:
“Y el otro le dijo, mintiéndole: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra del Señor, diciendo: Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua.” 1 Reyes 13:1
Dejándose llevar por las palabras de aquel profeta viejo, el hombre de Dios desobedeció la orden Divina y volvió. Y así decretó su propia ruina, pues no cumplió la determinación del Señor.
Es interesante observar que la Biblia no menciona al profeta viejo como hombre de Dios, o simplemente profeta, sino como profeta viejo. Es decir, aunque él fuese profeta, el Señor ya no hablaba con él. Él había dejado de ser hombre de Dios, había envejecido, se había acomodado espiritualmente, y por eso Dios no podía usarlo. De lo contrario, ¿por qué el Altísimo enviaría a otro hombre de Dios a aquella ciudad, si ya existía uno allí?
Cuando no somos usados por Dios, somos usados por el diablo
Pero, incluso no siendo más usado por Dios, él todavía ocupaba la posición de profeta. Así hay muchos en la Obra de Dios. Ocupan una posición, pero ya no son contados por Dios. Y el hecho es que cuando no somos usados por Dios, somos usados por el diablo.
El diablo usó a aquel profeta viejo para desviar la atención del hombre de Dios, que hasta aquel momento venía obedeciendo Su dirección. Sin embargo, por no vigilar o tal vez por creer que ya había hecho lo que tenía que hacer, creyó que podía darse el lujo de “descansar” y, al distraerse, terminó cayendo en la trampa del diablo, al escuchar otra voz.
Si no estuviese distraído, fácilmente identificaría que aquella dirección no venía de Dios. Después de todo, si Dios había hablado directamente con él la primera vez, ¿por qué ahora enviaría el mensaje por otro profeta? Pero cuando la persona pierde la visión de Dios es fácilmente manipulada.
Lamentablemente, lo que ha sucedido es que el tiempo, los compromisos personales e incluso las muchas responsabilidades en la Obra de Dios han hecho que muchos dejen de atender la voz de Dios para atender otras necesidades.
Dios quiere volver a contar con usted
En el inicio de su caminata de fe, la voz de Dios tenía total supremacía en su vida, Él era quien estaba al mando. Nada ni nadie era capaz de quitar su objetivo de agradar a Dios, de obedecerlo. Usted se despertaba a la madrugada para orar, ayunaba, imploraba la presencia de Dios, de tanta sed que tenía de tener un encuentro con Él y de ser bautizado con el Espíritu Santo.
No importaba cuánto tendría que renunciar, usted estaba listo para atender el llamado de Dios. Siempre respondía “Heme aquí Señor. Habla que tu siervo oye.” Pero el tiempo pasó y la voz de Dios para usted quedó en segundo plano. Usted se convirtió en un profeta viejo.
A pesar de eso, Dios quiere volver a contar con usted como al principio. Deje de dar pretextos, basta de dejar a Dios siempre para después. Él quiere volver a ser el primero en su vida. Vuélvase a Él como al principio, pues usted es quien Lo necesita.
No se engañe con la Obra de Dios. No permita que ella ocupe el lugar que Le pertenece, de lo contrario, en vez de bendición, ella traerá maldición a su vida.
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