“Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella Mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho el SEÑOR.” (Hageo 1:7-8)
En el libro de Hageo, vemos el interés de Dios por la reconstrucción del Templo. Dios hizo que el rey Darío mandara al pueblo judío, que estaba exilado, de regreso a su tierra. El pueblo volvió a Jerusalén y Dios inmediatamente separó de los hombres, a Josué y a Zorobabel, para dirigir la reconstrucción del Templo. Porqué Dios incitó a los hombres a reconstruir el Templo, si incluso afirma: “El SEÑOR dijo así: El cielo es Mi trono, y la tierra estrado de Mis pies; ¿dónde está la casa que Me habréis de edificar, y dónde el lugar de Mi reposo?” (Isaías 66:1).
Dios no habita en Templos hechos por hombres. Dios vive adentro de los corazones. La reconstrucción del Templo es un símbolo de la construcción de la vida de cada uno. Ese era el objetivo de la insistencia de Dios: reconstruir la fe. Reconstruir un espacio donde estarían las personas unidas en una sola fe, en un solo espíritu, en un solo corazón, en un solo lugar. Aquel lugar sería la referencia de Dios. El Templo es el Altar de Dios, en donde las personas van a encontrarse con Él. Lo que Él quería era la reconstrucción de la relación perdida.
“Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y Yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice el SEÑOR de los Ejércitos. Por cuanto Mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa.” (Hageo 1:9)
No sirve de nada querer cuidar la propia vida y dejar a Dios del lado de afuera. Cuanto más busque establecer su vida lejos de una relación con Dios, más perdido quedará usted. No hay vida sin Él.
Dios quiere reconstruir su vida. No Lo deje del lado de afuera.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo