La vida de Adelina Ortíz cambió de la noche a la mañana, de ser una persona sana, pasó a enfrentar un cáncer de mama que apareció de golpe. Ella empezó a sentir un dolor agudo, la mama estaba afiebrada y le dolía la axila, el brazo y la espalda. Cuando consultó al médico, le dijeron que era por la menopausia. “Yo soy enfermera y noté que eso no era algo normal. Me dieron la orden y al día siguiente me hicieron una mamografía. Los resultados mostraban que había que extirpar la mama. En veinte días no tenía más la mama, eso me hizo estar depresiva”, cuenta.
Su vida no tenía sentido porque después de esa operación comenzó con problemas reumáticos, dolores de columna, dolores de huesos y herpes zóster. El médico le decía que seguramente se debía a que le habían bajado las defensas. A ella le hacían estudios porque había un marcador que indicaba que el cáncer estaba por declararse en otra zona y ella temía que fuera en la otra mama.
“Al verme sin la mama no quería que mi esposo me tocara, me veía fea e hinchada por los rayos, eso me afectó emocionalmente. Estaba enojada, tenía rabia porque me iba a morir, el médico me dijo que en un breve periodo de tiempo todo empeoraría. El entorno familiar se fue rompiendo. Mi esposo se fue con una amante, mis amigas tenían miedo de decirme porque yo estaba muy alterada. En ese momento dos veces intenté suicidarme. De ser una mujer agradable pasé a ser una mujer odiosa.
Cuando mi exmarido se fue, mis hijos también se fueron, quedé seis años sola. Estaba con muchos tormentos espirituales y no lograba dormir”, cuenta ella.
En ese estado ella se acercó a la Universal luego de escuchar la programación de la radio en el peor momento de su vida. “Estuve quince días sin comer, estaba tirada en la cama, sin bañarme, sin querer ver a nadie y mi hermana vino a verme. Ella me asistió y a la madrugada escuché el testimonio de una persona que se había quedado sola después de una operación de cáncer y me llamó la atención que dijera que había comenzado a vivir cuando llegó a la Universal. En ese momento comencé a llorar, me comuniqué, me orientaron y oraron por mí. Cuando regresó mi hermana yo estaba sentada en la cama, ella y su esposo me acompañaron. Participé de los propósitos y de la Hoguera Santa y fui sanada. Me sentía aliviada, se me fueron los dolores, nunca más sufrí enfermedades y además, recuperé la relación con mis hijos y con mi exmarido nos llevamos bien. En las fechas importantes para la familia estamos todos y podemos compartir esos bellos momentos juntos”.
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