La vida ocupada y llena de compromisos ha causado un alejamiento entre padres e hijos, hermanos y hermanas. Con el pasar de los años, los familiares comienzan a mantener un cierto distanciamiento y pasan a vivir como extraños dentro de la misma casa.
Gabriela Lima (foto arriba), de 21 años, creció con los padres poco presentes. Ellos trabajaban fuera y no lograban administrar el tiempo para dedicarse a los hijos. Por eso, Gabriela fue criada por parientes cercanos y también por la hermana. Eso la hizo crecer sin una base, sin una referencia paterna.
“Desde pequeña aprendí que no podía contarle todo a mis padres, porque mi hermana siempre me agredía si yo les contaba lo que sucedía en casa”, cuenta. Con 11 años, la joven vio a su hermana bebiendo con los amigos y quiso probar. Ella comenzó a consumir bebidas alcohólicas y comenzó a relacionarse con los muchachos de la escuela. Conoció a un joven por internet y se enamoró. “Después de que tuvimos nuestra primera relación sexual, él se transformó. No me recibía más y, por causa de eso, me hundí más en la bebida”, dice.
Ella se cansó de estar atrás de él, decidió que no le gustaría nadie más y se convirtió en una persona aún más fría. Ella comenzó a relacionarse con todos los hombres que aparecían, además de hacer fiestas en su casa para beber y fumar narguile. “El vacío dentro de mí solo aumentaba, entonces, comencé a andar con amistades pesadas y a consumir drogas”, cuenta.
Ella comenzó a comprar marihuana y a traficar en la escuela, para poder financiar su propio vicio. En la casa disfrazaba la vida que llevaba. “Yo vivía con los ojos rojos por la marihuana”, relata.
Una vez la policía la encontró con drogas. Sus padres quedaron aterrados al saber lo que su hija estaba haciendo. “Varias veces agarré mis cosas y me fui determinada a no volver nunca más. Pero al día siguiente mis padres me buscaban. Yo siempre desaparecía cuando quería salir, estaba toda la noche fumando marihuana y bebiendo”, recuerda.
Los padres de Gabriela ya frecuentaban la Universal. Ellos no aceptaron la situación de la hija y comenzaron a hacer la cadena de liberación por ella. Hasta que ella decidió aceptar la invitación de sus padres para participar en una reunión. “Yo decidí aceptar la ayuda, porque no quería sufrir más.”
Ella luchó para dejar las drogas y las malas amistades y logró liberarse de la bronca, de los vicios y de todos los sentimientos que la afligían. “Tengo la presencia de Dios en mi vida y eso hace de mí una persona muy realizada en todo”, dice.
¿Está pasando por problemas espirituales? Sepa cómo liberarse de ellos participando todos los viernes a las 8, 10, 16 y 20h, de la Reunión de Liberación en la Universal de Almagro, Av. Corrientes 4070, o ingrese aquí y encuentre una iglesia más cercana para que usted participe.
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