¡20º Aniversario del Templo de los Milagros, donde participamos juntos de la Santa Cena del Perdón y determinamos el Triunfo en la vida de todos!
Escucha, oh Señor, y ten piedad de mí; oh Señor, sé tú mi socorro. Tú has cambiado mi lamento en danza; has desatado mi cilicio y me has ceñido de alegría; para que mi alma te cante alabanzas y no esté callada. Oh Señor, Dios mío, te alabaré por siempre. Salmos 30:10-12
Siempre escuchamos a quien valoramos y, este valor, es demostrado con nuestras actitudes
Cuando no valoramos nuestra alma no podemos valorar a nada más, incluyendo a Dios.
Yo iré delante de ti y allanaré los lugares escabrosos ; romperé las puertas de bronce y haré pedazos sus barras de hierro. Isaías 45:2
Dios no nos llama por lo que hacemos sino por lo que somos. ¡Él nos llama por nuestro nombre!
Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio. Juan 15:26-27
La Grandeza de Dios está en no despreciar a nadie.
Dios enseña la verdad para que seamos perdonados y salvos. Él nos muestra los errores que tenemos, no para condenarnos, sino para cambiar nuestras actitudes.
Los verdaderos hijos de Dios son aquellos que oyen la Palabra y la practican.
Dios no nos exige perfección, Él solo precisa que nosotros seamos habitación para Su Espíritu.
Para que nuestra alma esté blindada debemos cumplir con la Trinidad del perdón: perdonarnos o perdonar, pedirle perdón a Dios y confesar a quien sea necesario para esclarecer las situaciones.
Solo aquellos que tienen el Espíritu Santo pueden ser verdaderos Testigos del Poder de Dios.