Evelina y sus dos hijas pasaron por momentos que las dejaron marcadas para siempre, pero lograron superar todo a través de la fe. Ella nos cuenta cómo empezaron sus problemas: “Cuando era muy chica mis papás se separaron, era algo que no podía superar. Me deprimí, recuerdo que vivía encerrada en mi casa. Busqué ayuda en psicólogos y me diagnosticaron depresión. También fui a iglesias, pero me dijeron que era una cruz que tenía que cargar. Así pasó el tiempo y conocí al padre de mis hijas, la relación con él no era buena.
En ese tiempo yo no dormía de noche, estaba mal. Después de que nació mi primera hija todo empeoró, me enfermé, tenía una desviación de las últimas vértebras dorsales. Después de una junta médica me enteré de que nunca más iba a poder hacer fuerza. Me quedé sin trabajo y mi salud no mejoraba. Los médicos me dijeron que si seguía así no iba poder volver a caminar. Me deprimí más.
Tomaba muchas pastillas, adelgacé 10 kilos y estaba muy nerviosa porque la situación que vivía en mi casa me superaba. Sentía que no tenía valor como persona, estaba disminuida. No sabía qué hacer, no sabía adónde ir a buscar ayuda”.
Su hija Florencia veía cómo Evelina sufría por la depresión y los problemas en su columna: “Para mí fue muy duro, durante un año estuve en tratamiento psicológico porque lo que pasaba en mi casa me afectó mucho, no podía enfrentarlo. No podía dormir de noche, me dolía todo y no me encontraban nada físico. Al principio me encerraba en mi mundo, me retaban y lloraba mucho, estaba muy angustiada. Además, mi relación con mi hermana era mala. Después de que mis papás se separaron, me cambiaron de escuela y exploté, me volví rebelde y me empezó a ir mal en el colegio”.
Después de conocer la Universal, Evelina comenzó a encontrarse consigo misma, fue sanada y encontró en Dios la fuerza para tomar una decisión que cambiaría su vida. Se fue de su casa con sus hijas para comenzar una nueva vida. “Al principio tenía miedo, no sabía cómo hacer, pero me di cuenta de que había tomado la decisión correcta. Preferí dejar todo para tener paz, no fue fácil levantarme, pero lo hice y empecé a trabajar de nuevo”.
Su hija menor, Amancay, la culpaba porque ellas se fueron de su casa dejando las comodidades a pesar de que la familia era solo una fachada: “Me afectó en lo emocional, se me vino el mundo abajo. Yo empecé a tenerle odio a mi mamá, estaba confundida”.
Pero Evelina estaba decidida a dejar atrás su pasado y sus hijas entendieron que ella necesitaba una nueva vida y Dios estaba transformando todo en ella: “Dios siempre estuvo conmigo, conocí a mucha gente que me ayudó. Pude volver a trabajar a pesar de que me dijeron que nunca más iba a volver a hacerlo, porque Dios restauró mi salud. Pero aún había un problema a solucionar: mi hija mayor se iba todo el fin de semana, no compartíamos nada y Amancay me culpaba de todo. Por eso, hice un voto con Dios, porque mis hijas me odiaban y yo quería que fuéramos una familia. Recibí la respuesta, hoy estamos juntas en todo, logramos superar todo lo que nos pasó. Ya no tengo depresión, estoy curada, soy fuerte, tengo una vida nueva gracias a Dios”.
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